Mientras en distintos pueblos y ciudades del país, por estos días se conmemoran fiestas aniversario y festejos que marcan la fundación de ciudades como Valdivia, Santiago o Castro, por nombrar algunas. Un 10 de febrero de 1712 se llevó a cabo una insurrección que se recuerda como la «rebelión williche de Chiloé», si bien es cierto, el hecho ha sido escasamente relevado por la historiografía, el levantamiento fue clave para que décadas después se pusiera fin al sistema de encomienda impuesto por la Corona española en Chiloé.
Un texto del historiador Rodolfo Urbina que utilizó documentación recogida de distintos archivos como fondos del Archivo Nacional de Chile y el Archivo General de Indias de Sevilla y materiales recopilados de Abraham Silva sobre la historia de Chiloé recuerda que “el alzamiento no fue contra el rey, ni contra la iglesia, ni contra todos los españoles, sino contra los encomenderos y la encomienda”.
La encomienda no era otra cosa que el trabajo forzado, en definitiva, una práctica esclavista, la cual sometía a la población indígena de Chiloé a una serie de múltiples abusos, maltratos y despojos, como por ejemplo el caso del encomendero José Andrade, quien castigaba a aquellos que se enfermaran poniéndolos «en cueros y los hacía envolver de pies a cabeza en ortigas y si estaban malos de los ojos se los embutía en polvos de tabaco» (Urbina, 1990:78)
La gota que rebalsó el vaso y fue la chispa que encendió la rebelión fueron las torturas aplicadas por el encomendero José Andrade a Martín Antucan, “A quien ató las manos a un manzano, poniéndole los pies sobre una piedra muy alta que está al pie de dicho manzano y, bajándole los calzones, le azotó las partes con ortigas, cruelmente, y después las fue envolviendo con estopas y les prendió fuego». (Urbina, 1990:78)
Los relatos del horror y malas noticias corrieron por cada rincón del Archipiélago motivando la organización de distintas parcialidades que un día 26 de enero de 1712 reunidos en Qulquico para el juego del «linao» acordaron levantarse en todo el ámbito de la provincia el día miércoles 10 de febrero de ese año.
El texto citado anteriormente relata en detalle que la rebelión estalló la noche del 10 de febrero de 1712. “Las acciones se centraron en la ciudad, los pueblos de su jurisdicción situados en la Isla Grande e islas adyacentes, particularmente en Quinchao. Esa misma noche los indios atacaron las casas de los españoles que estaban dispersas por los campos dando muerte a los vecinos, quemándoles sus casas y destruyendo, cuanto pudieron, sus haciendas, al mismo tiempo que ocupaban todas las vías terrestres de acceso a la ciudad”.
“Las consecuencias fueron desastrozas para la provincia. Las bajas españolas llegaban a 30 y los indios perdían unos 400 hombres”. A su vez, relata el rol del gobernador Marín de Velasco, quien persiguió y ejecutó a los indígenas por toda la extensión de la provincia”.
Luego del levantamiento de 1712, las autoridades de la corona ordenaron restringir el trabajo en encomiendas a seis meses de servicio obligatorio, para que los «indios tributarios» dedicaran el resto del año a sus propias labranzas, siembra y casa; se prohibió «sacar a los menores de la patria potestad de sus padres»; y finalmente se ordena «mantener a los indios en la posesión de sus tierras” (1).
Mas allá de los festejos y celebraciones que por estos días multiplican en Chiloé y en diversos rincones de Chile, El levantamiento de 1712 forma parte de la memoria comunitaria de las comunidades indígenas de la Buta Wapi Chilwe, tanto así que durante los últimos meses fue parte del tema central del trabajo audiovisual que fue realizado por escuela rural de Quilquico, localidad que está a cerca de 20 kilómetros de Castro, quienes mediante diversos recursos como la narración, fotografía, ilustraciones, música y poemas, relatan la rebelión williche –“gente del sur”, organizada como respuesta al trabajo impuesto por la Corona Hispánica.
Por todo lo expuesto anteriormente, es que más allá de la eclipsación que recae sobre este hecho histórico, producto de los sucesivos festejos y actos de aniversario por la fundación de pueblos y ciudades que por estos días abundan en distintos rincones de Chile, la invisibilización de la memoria histórica nos ofrece la posibilidad de contar y construir nuestra propia historia para construir nuevos mundos en donde la lucha por la dignidad todavía se encuentra vigente en nuestra sociedad actual.
[1] Ordenanzas de José Santiago Concha, 1717,en Laperiferia meridional indiana, Rodolfo Urbina, Ediciones UCV, 1983:134.
Texto: José Luis Vargas publicado en sitio web Dirección de Pueblos Originarios ULagos
Fotografía: Escuela Quilquico