En distintos puntos del territorio lacustre de la comuna de Panguipulli, la invasión inmobiliaria unida al anuncio del Gobierno de Piñera de dar  inicio al proceso de consulta para modificar la ley indígena, para que  las tierras mapuche ingresen al mercado de tierras, privatizando  y vulnerando de paso los derechos territoriales ancestrales; presiona  aún más la vida de las comunidades y su subsistencia como pueblo mapuche.

Es un tipico sabado de abril en el sur de Chile. Está  nublado y llueve a ratos. Y en medio de ese gris cielo se logra observar desde los pies del treng treng de weninka  un paisaje maravilloso, digno de postales y donde, uno  se entera luego de un llellipun; como la Inmobiliaria Las Pataguas Ltda se apropió de 9 hectáreas pertenecientes al peñi Osvaldo Curillanca.

Don Osvaldo realizó una rogativa junto a un rewe  con banderas y un canelo. Junto a este espacio ceremonial pidió fuerzas para que se le respete como familia y como mapuche. En esta rogativa no estuvo solo; ya que la realizó  junto a representantes de distintas organizaciones y comunidades mapuche, así como organizaciones sociales y ambientales de Coñaripe y Panguipulli que esta comprometidos con la defensa y el respeto de las tierras mapuche.

El Lago Pullinque, de fondo, recibía los ecos de la rogativa de Don Osvaldo y también la energía de las diferentes organizaciones que están apoyando los reclamos de esta nueva injusticia hacia el pueblo mapuche.

En el territorio de Panguipulli, hay una invasión inmobiliaria que de manera bastante prepotente y sin respeto, pretende instalar casas de lujo para veraneo en sectores rurales, donde las necesidades habitacionales de la población originaria, tanto mapuche como campesina mestiza chilena no están satisfechas; y si lo están, son soluciones habitacionales que no se comparan a estos nuevos chalet de veraneo, donde el brillo del  contraste entre la riqueza sin pudor y la dignidad mapuche y  campesina, ciegan y opacan cualquier atisbo de  justicia en los territorios ancestrales mapuche.

“Los ricos a veces son obscenos cuando ostentan su riqueza”, decía la folclorista Mercedes Sosa en una portada de la revista argentina  La maga, allá a finales de los 90 en un Buenos Aires aun embriagado de la fiesta privatizadora de los Menem.  Y esa misma frase cobra sentido, aca en Gulumapu, cuando se observan modernas instalaciones de electricidad y sanitarias que ni si quiera se observan en las ciudades como Temuco o Valdivia. Que decir de una playa con muelle, donde se intervino una ribera de la desembocadura del lago Pullinque, transformándola en una playa con arena; sin que existan estudios o declaraciones ambientales; sin que exista el respeto a los comunidades mapuche  ni a sus prácticas espirituales, que se desarrollan al lado del Treng Treng de Weninka.