Es de consenso internacional que los Estados en América y el mundo se fundan bajo el negacionismo, la opresión y la discriminación de los pueblos indígenas. Los mapuche, en ningún caso constituyen una excepción. Las condiciones de colonialismo, no son tema en cuestión en el contexto del Estado, así es poco o nada lo que se puede avanzar, la paz es una ilusión que se aleja cada vez más…
FUENTE: Mapuexpress
Por Eduardo Curín Paillavil*.-
Al mapuche consciente y movilizado por derechos efectivos, le es difícil confiar en las ideas de un Estado opresor, un Estado que, a nivel legislativo, decreta invasiones y el anexamiento permanente de una nación mediante una ocupación militar, ocupación que persiste, con mayor o menor intensidad de violencia, pero sin retiro.
Como confiar, si, por un lado, actúa en el discurso promoviendo la paz y, por otro, los mapuche que se movilizan por las tierras se enfrentan a décadas de burocracia, y, cuando pierden la paciencia, les cae la ley de usurpación; la paz finalmente funciona bajo la mirada de un fusil de un agente de estado en contra del mapuche, eso no es paz es inmovilización por amenaza.
Se trata de elementos cruciales en el incremento de la desconfianza ya instalada desde hace más de un siglo.
Es sabido que la “Comisión Presidencial para la paz y entendimiento” es una figura que tiene rango de Estado mayor y no solo del gobierno de turno, sin embargo, el gobierno actual, ha construido su propio objetivo de despliegue para sacar divisas electorales de forma grosera.
Sectores conservadores del mundo político, aglutinados en la figura de la multigremial, o el conservadurismo de una derecha cavernaria, tiene ya sus propias conclusiones, de manera que, no existe un claro mandato y compromiso respecto a lo firmado como sector político en el Estado. La comisión desencanta, más de lo que realmente uno quisiera.
Frente a estos hechos, un sector mapuche, acostumbrado al clientelismo asistencialista, cree ver una oportunidad de aumento de los recursos concursables o asignable directamente. Mientras que, las comisiones de paz en el mundo actúan, o intentan actuar, toda vez que hay escalamiento de conflicto dentro de un territorio estatal, en el fondo, buscan la estabilidad del modelo neoliberal y, por ende, promueven los criterios del desarrollo en los términos del actual orden mundial.
Esta des-orientación permite, también, sacar algunas conclusiones. Los parámetros con los que se configura este proceso son ajenos a las dinámicas de la sociedad mapuche. Por lo pronto, si a sus participantes les nace el autonomismo como rebuscado argumento, como son funcionarios cesantes o dirigentes mapuche con bajos niveles de identidad propia, no logran propuestas para abordar los temas de fondo.
¿En qué parámetro entonces se actúa y se dialogará la paz y el entendimiento? Todo es posible pero sólo dentro de los márgenes del gran capital, ese es el tema. No es sobre reparación, sobre derechos humanos mapuche, sobre daños causado por la confiscación de recursos materiales, crímenes de lesa humanidad o sobre enclaves coloniales, menos para abordar las actuales formas de ocupación militar.
Los esfuerzos transitan solo en la dirección inevitable de salvar los capitales ya instalados en Wallmapu y, por ende, seguir cautelando a los que los ostentan.
Es necesario asumir con radicalidad decisiones políticas desde las verdades dolorosas. La tendencia en los chilenos es ubicarse en una imaginaria posición de superioridad, ya sea entendida racial o socialmente, así concluyen en el que “somos todos chilenos”, que “el país es indivisible” o que el estado “es de los chilenos”.
El Estado de Chile debe asumir su deuda y reparar sobre las bases de los daños causados, aunque esa tarea sea propia de la misma institucionalidad colonial que a la vez prolonga la explotación y el servilismo, no obstante, se debe hacer, además, asumiendo la temporalidad en sentido geográfico e histórico.
Para superar este estado de las cosas, se necesita destruir las hipocresías acumuladas y asumir con efectivo esfuerzo un dialogo que desnude la naturaleza del conflicto. Eso implica modificar un conjunto de enfoques, en la educación y el aparato judicial, de tal manera que se construya un nuevo tipo de relaciones sociales, político y culturales:
- Revisar la titularidad nacional del territorio mapuche, elementos legales (Tratados de Tapihue, Tantauco, otros) reconocidos y ratificados en la comunidad internacional en donde Chile es parte.
- Poner urgencia al cese de procesos legislativos internos de chile que siguen en abierta dirección a la destrucción de la paz mapuche, entre ellos la ley de usurpación reciente, la ley de bio-combustión de masa, el decreto 701, entre otros.
- Apuntar a un nuevo paradigma político para iniciar un camino de participación mapuche… los mapuche deben elegir internamente su gobernabilidad, sea esta mediante parlamento, asamblea nacional, trawün, koyangtun u otro, la participación política no puede ser desde el clientelismo.
Es de consenso internacional que los Estados en América y el mundo se fundan bajo el negacionismo, opresión y discriminación de los pueblos indígenas, los mapuche, en ningún caso constituyen una excepción.
Las condiciones de opresión y colonialismo, desafortunadamente, no son temática en el contexto de la racionalidad política del Estado y mientras no sea una cuestión abordada de verdad en debate, es poco o casi nada, lo que se puede avanzar, así el entendimiento se congela y la paz es una ilusión que se aleja cada vez más.
Finalmente, decir que, aunque no será posible reparar todos los daños causados por el Estado al pueblo mapuche, al menos, se podría iniciar un camino con un menor nivel de hipocresía, como la de esta Comisión en la que actúa la clase política y la intelectualidad orgánica chilena, de paso reeducar soberanamente a su ciudadanía y hacer posible la efectiva superación de la forzosa marcha hacia la aculturación mapuche.
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* Sociólogo mapuche.
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