martes, julio 16, 2024

Opinión: Vi Barbie con una feminista indígena, “¿Somos lo que queremos ser?”

La periodista de este medio Paula Huenchumil, fue a ver la película con la cantautora mapuche y feminista Daniela Millaleo. Cuentan sus recuerdos y luego juntas reflexionan: ¿desde cuándo una muñeca que ha promovido el estereotipo de belleza es feminista? “Se inaugura el feminismo rosa, bonito, diverso, pero siguen invisibilizando a las disidencias”, es parte de lo que comentan.

FUENTE: Interferencia



La película de Greta Gerwig, quien ha hecho historia al ser la primera y única directora mujer en recaudar un billón de dólares, hace una crítica directa al patriarcado, de hecho el film tiene una clara intención de compartir un mensaje feminista.

Esta versión humana de la muñeca cuestiona el rol de la mujer que antes no veíamos en la industria masiva. A su vez, sabemos que no tiene la misión de resolver ni abordar todo lo que nos afecta a las mujeres, pero en este escrito sí queremos reflexionar y hacer hincapié en que no es lo mismo lo que le pasa a una mujer blanca, que lo que le sucede a una mujer indígena, negra o inmigrante. En Latinoamérica tenemos diversas historias.

Uno de los puntos que destacamos es que describe muy bien el mansplaining, es decir, cuando los hombres nos explican a las mujeres cuestiones que entendemos, o incluso manejamos más que ellos. También muestra astutamente la inseguridad que vivimos las mujeres en las calles, solo por el hecho de ser mujeres.

En la película Barbie vimos un claro “esfuerzo” por mostrar mujeres diversas: blancas, latinas, afroamericanas. Pero aun así creemos que el mensaje queda anclado y limitado a un feminismo blanco. Quizás es necesario aclarar que no criticamos el ser blanca y ser feminista, pero dicho feminismo es aquel que sostiene el statu quo.

Por ejemplo, en el filme vemos a una mujer afrodescendiente en la máxima cúpula del poder, pero no se habla directamente, ni sarcásticamente, sobre el racismo. Evidentemente, en el mundo de BarbieLand el patriarcado y el racismo están superados. Toda sociedad debería ser o alcanzar este nivel de igualdad. Pero la barbie protagónica, interpretada por Margot Robbie, es la “barbie blanca”, y cuando esta sale al mundo real tiene un golpe de realidad: ahí es clara la desigualdad de género, pero su experiencia vivida no aborda la discriminación racial, su cuerpo es el hegemónico.

De hecho, Margot Robbie, recalca en más de una ocasión que ella es una “Barbie estereotípica”, haciendo referencia a la versión clásica que ha estado presente desde su creación en 1959, la cual ha promovido estereotipos de belleza y roles de género que perviven hasta el día de hoy.

Así, tomamos parte de lo que ha publicado la organización Afroféminas, la cual define el feminismo blanco como un movimiento que “ha priorizado unas voces sobre otras; reside en la imposibilidad de tener una mirada interseccional que permita vislumbrar otros sistemas de opresión más allá del género y comprender la violencia estructural que atraviesan otres cuerpes (lgbtiq+, gordes, racializades, migrantes, empobrecides, en condición de discapacidad, entre otres)”.

En esa misma línea, el mensaje -a veces directo, a veces más sutil- del clásico logo de Barbie: “Sé lo que quieras ser”, sigue presente. Este eslogan, que muchas escuchamos en el comercial de Mattel, es un mensaje que ignora lo colonial, racista y también capitalista del sistema que nos cruza a muchas mujeres desde nuestras infancias. Un discurso incluso que puede tornarse peligroso para nuestra salud mental, porque la idea de que las mujeres “podemos con todo”, que todo depende de nuestras “ganas” o deseos”, niega la existencia de la desigualdad estructural, vende un eslogan supuestamente inspirador que a la larga puede contribuir en generar mayor frustación para aquellas que no logran alcanzar sus anheladas metas.

En una escena de la película, de golpe nos llega el diálogo cuando Barbie se encuentra con Sasha (Ariana Greenblatt), su dueña, quien acusa a la muñeca de imponer la idea de un cuerpo imposible. Quizás el mensaje más potente de la historia. El discurso de la adolescente se presentaba como “violento» y hace llorar a Barbie: ¿Así nos escuchamos las feministas? ¿Vestidas con colores oscuros y con un discurso anticapitalista y antipatriarcal hacemos llorar a las otras mujeres? ¿Somos así de violentas?

Claramente no lo somos. Las feministas no somos violentas, y nuestro discurso está construido para enfrentar a un capitalismo patriarcal y colonial que sí ha sido violento por siglos con nosotras. Nuestros discursos nacen para depurar las violencias que nos cruzan, no son para hacer llorar a las mujeres.

Las feministas comunitarias de Bolivia hablan que el patriarcado es el principal opresor de las mujeres, es el sistema que nos violenta. Es un sistema usurpador, extractivista y ladrón, y en esta última característica nos detendremos.

Con el pasar del tiempo el patriarcado se ha adaptado a las nuevas necesidades de una generación que cambia constantemente. El capitalismo se potencia con el patriarcado, van de la mano. Entonces, no extraña que se mimetice con las luchas ganadas actuales y se adelanten para sacar partido a las victorias que nos han costado.

Cada actor y actriz de está película representa, de algún modo, ser parte de la diversidad. Sin embargo, este “Feminismo Rosa” se aprovecha de sus figuras capitalizándoles. Por ejemplo, cuando Ripley comenzó a vender poleras con la consigna feminista, el mismo año cuando se hizo la convocatoria más grande de asistentes en una marcha el 2019. La marcha del 8M fue gigante y claramente el retail no podría quedar en deuda con las mujeres que querían ser parte de este grito. A pesar de que la marcha no era moda, la convirtieron en moda.

Con lo que le decimos, no queremos ser lapidarias con la cinta, solo decimos que hay que tener cuidado, cuidar el cómo se perciben a las feministas, y cuál es la lucha que de verdad queremos seguir incentivando a las nuevas generaciones.

Como cuando has peleado tanto por algo y viene otra persona y te roba la victoria. Pero creo que no todo está perdido. Gracias a que las mapuche aún no somos parte de las apariencias aceptadas por el patriarcado heteronormado, nuestra visibilidad en estas cuestiones siguen siendo nulas, por suerte.

Las mujeres indígenas caminamos por ese camino donde el patriarcado violenta nuestros cuerpos y a nuestra tierra. Esta lucha disidente no entra o no se comprende bajo los cánones del feminismo blanco y menos del rosa. Los cuales evidencian claramente violencias de un mundo donde hay cosas que supuestamente ya están superadas.

Pero insistimos en que una de las críticas más importantes al feminismo blanco es que no ve más allá de los rastrojos que deja en el tercer mundo el capitalismo. Estos rastrojos además de invisibilizar a las mujeres indígenas culturalmente, y por supuesto sus necesidades, no aborda las problemáticas sobre nuestros cuerpos que atraviesan la “raza” y por supuesto la clase. Es por eso que ambas como mujeres indígenas hemos abrazado un feminismo diferente, el feminismo comunitario o el feminismo del abya Yala, etc.

Feminismo que cumple necesidades profundas y nos fortalece en la necesidad de comprender la belleza de nuestros cuerpos, que han sido bestializados, colonizados y explotados, como explotada es la tierra.

Nos aferramos a eso.

Les invitamos a ver la película, puede ir de rosa si es que quiere, pero dejamos la inquietud de lo peligroso que es creer que este feminismo rosa, manipulado por el capitalismo, es para todas; no olvidemos que la primera muñeca que tenía el cuerpo de mujer también fue la primera en crear las inseguridades en las niñas sobre sus cuerpos.

Ya hemos avanzado bastante en esos temas para dejar que nuestras niñas y niños hereden las inseguridades que aún nos pena a nosotras. Que sus ansias de ser quienes quieran no dependan de estereotipos que el capitalismo sigue imponiendo aunque sea embellecidos por el color rosa.
¿Podemos ser lo que queramos? Pues, probablemente no, generalmente trabajamos desde jóvenes, complementándolo con estudios; otras mujeres decidieron ser madres: otras no, pero lo son; otras lidian con enfermedades, con pobreza u otros factores. La construcción y consecución de nuestros sueños ha sido con muchas más dificultades o más lenta. No todas partimos desde el mismo piso. Incluso muchas mujeres, hoy no tienen la posibilidad de ver la película, y esta conversación aún no puede llevarse a la mesa.

“Sé lo que quieras ser” no va con nosotras, las indígenas, porque no tenemos ese cuerpo y menos tenemos las posibilidades directas de optar a cargos importantes por algo llamado racismo. Es decir, no nos viste este nuevo feminismo rosa.



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