Descolonizarse nos da fuerza para entender que hay previo al modelo que nos ha traído los problemas sociales que tenemos y por los que necesitamos una nueva constitución. ¿Que había antes del neoliberalismo? ¿Qué podremos crear a partir de comprendernos como un pueblo descolonizado?
Por: Natalia Contreras Quiroz, Escuela de Educación en Historia y Geografía, Facultad de Educación, Universidad Católica Silva Henríquez; y David Román Soto, Departamento de Educación Diferencial, Facultas de Filosofía y Educación, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.
Comenzando el mes agosto en la red social twitter, la presidenta de la Convención Constitucional y representante del pueblo mapuche, Elisa Loncón, invitó a la ex ministra de educación, pinochetista y líder de la derecha chilena, Marcela Cubillos a descolonizarse. Específicamente sus palabras fueron: “Limitado análisis, Marcela. Te invito a leer y descolonizarte en la práctica para dejar de mirar al otro como tú amenaza”.
Limitado análisis @marcela te invito a leer y descolonizarte en la práctica para dejar de mirar al otro como tú amenaza.
— Elisa Loncon – Constituyente Mapuche (@ElisaLoncon) August 1, 2021
Considerando que la nación chilena se compone de una cultura mestiza y diversa, creemos necesario recordar que tenemos una historia de colonización que implicó acciones de aculturación y asimilación cultural, y que no terminó con el proceso de independencia del país, por el contrario, se profundizó y consolidó tras años de gobiernos oligarcas.
Esto ha quedado en evidencia con el intercambio de opiniones que se han suscitado en la instalación de la Convención Constitucional, que de una u otra forma demuestran que el comportamiento hegemónico de los representantes del poder de la clase política chilena sigue latente. Puesto que estamos sobre un proceso clave para transformar nuestro elitizado sistema democrático en uno intercultural e inclusivo, hemos querido aportar a esta discusión reflexionando sobre el deber de descolonizar la política.
Somos un pueblo mayoritariamente mestizo, que ha enfrentado los efectos de una cultura colonial en el pasado y neoliberal en la actualidad, estos fenómenos han segregado, excluido y explotado con a nuestra sociedad, su cultura, economía e incluso sus derechos fundamentales, encausando la necesidad manifiesta de descolonizarnos, puesto que, así como existe la conciencia de clase, hoy a pasos agigantados desarrollamos cada vez más una conciencia del colonizado.
Cuando hablamos de una cultura colonial, lo hacemos desde la historicidad del concepto y también desde su expresión como una mirada contemporánea y neoliberal del otro, que como señala Elisa Loncón es visto como “amenaza”. Desde la perspectiva colonial, ese otro es una construcción de representación que es asimilado en estructuras de dominio. El civilizado, el occidental, el opresor, el que pertenece a la cultura hegemónica mira al otro, crea una visión del otro, con la intensión de gobernarlo, someterlo, explotarlo y hacer desaparecer aquello que pueda contradecir el orden del sistema de dominación. Es así como la construcción de realidad que se hace del otro se le impone con tanta fuerza que el otro lo asume, lo integra y lo acepta. Tal es la importancia de la invitación de la convencional mapuche, que no solo pone en evidencia la mirada colonial de la ex ministra de educación, sino que también hace un llamado a los otros que han sido colonizados y que sean conscientes de ese ethos social. Un llamado del que debemos apropiarnos para dejar de naturalizar relaciones de jerarquía, inferioridad y por el contrario, empoderarnos en la lucha por la justicia social.
El término descolonización nace de la reflexión para la comprensión de quienes somos en tanto pueblo latinoamericano, a partir de los orígenes de la modernidad. En el contexto de la modernidad la colonización surge con el “descubrimiento y conquista” de América el año 1492, en el cual, desde una perspectiva eurocéntrica, el mundo conquistado aflora para el conocimiento global y su explotación. La modernidad se desarrolla al alero de la ilustración, poniendo en el centro al ser humano blanco para la cooptación del poder, el saber y el capital. En ese sentido, el proceso de colonización ha sido fecundo en nuestra región por dos razones: la capacidad del hombre europeo de someter a los pueblos a partir de su propia visión y despliegue armamentista; y la reinterpretación que han hecho respecto a la cosmovisión indígena subyugando a la población como consecuencia de la evangelización. Los efectos de este proceso para el territorio latinoamericano fueron negativos, el desarrollo de la razón europea significó la depredación cultural y el saqueo económico. Por esta razón es que la colonización desde una perspectiva latinoamericana debe ser erradicada de nuestros modos de construir sociedad, conocimiento, vida política y cultural.
Una de las tensiones más importantes que surge entre la mirada colonizadora y la experiencia de quienes abogan por la descolonización es la cosmovisión. Hay una cosmovisión en la que somos parte de la naturaleza, desde el punto de vista de las naciones originarias y latinoamericana, el ser humano no es el centro del universo, es una parte del universo que convive y dialoga con la naturaleza. Esto es diferente en el mundo eurocentrista, sobre todo a partir de la modernidad colonizadora donde el ser humano es el foco de construcción del conocimiento (humanismo) y de la realidad, de lo geopolítico, lo económico y lo social. En este escenario y con fuerza bajo el influjo actual del neoliberalismo la naturaleza es una máquina que hacemos trabajar, idea muy distante en los pueblos originarios puesto que no consideran a la naturaleza como una máquina, sino que, como fuente de fertilidad, entendida incluso como una madre y la madre no se explota, se protege y conserva no solo en términos concretos, sino también simbólicos.
Los grandes aliados del neoliberalismo son el consumismo y el individualismo, por eso descolonizarse significa integrar la idea de cooperación. Hay que construir la mirada desde el ojo del observador, desde la posición que tiene cada uno a partir del contexto socio cultural que cada uno posee. Desde el mundo latinoamericano podemos preguntarnos qué pasa con el mundo exterior de acuerdo a nuestros propios pensamientos. Los puntos de vista de los pueblos son determinantes para la construcción dinámica y socio cultural que cada pueblo determine tener y que no esté sometida o supeditada, si no que dependa de las características propias de esos pueblos.
El martes 18 de agosto, parte de la derecha representada en 15 constituyentes (RN, independientes de derecha y de algunos de EVOPOLI), plantean en una carta abierta la necesidad de ser parte del reencuentro entre los pueblos originarios y Chile. Sostienen la existencia de una deuda histórica con los pueblos originarios, la cual ha estado en boga durante los últimos 30 años desde la vuelta a la democracia. No obstante, sistemáticamente la derecha chilena no ha sido parte de las soluciones para los pueblos originarios, sino más bien son constantemente parte del problema, ya que el desarrollo del capital oligarca en las regiones en donde viven las naciones originarias se basa en la explotación de la tierra y de las personas, por lo que un clima de entendimiento será posible, si solo si, el oligarca entrega a los pueblos su posesión territorial y no solo se queda en discursos de buena crianza para seguir boicoteando el proceso constituyente y de transformación que estamos llevando a cabo.
Descolonizarse nos da fuerza para entender que hay previo al modelo que nos ha traído los problemas sociales que tenemos y por los que necesitamos una nueva constitución. ¿Que había antes del neoliberalismo? ¿Qué podremos crear a partir de comprendernos como un pueblo descolonizado?
Creemos firmemente que descolonizarnos es una urgencia puesto que significa valorar, en palabras de Elicura Chihuailaf, la “hermosa morenidad” de los pueblos originarios y de nuestra sociedad mestiza.