Ni al Estado ni a las forestales les importa la destrucción de un modo de vida, de una cultura, de un pueblo. Como tampoco les importan las vidas de los mapuche.
Por Dr. Tito Tricot.-
La noche siempre trae sombras, y a veces muerte. Y en territorio mapuche muchas veces ésta se viste de uniforme. Así con ojos de fuego Carabineros asesinó a Pablo Marchant, combatiente mapuche –un weichache– que resistía a la ocupación de su territorio por parte de las forestales.
Apenas 29 años tenía y le destrozaron el rostro ¿Cómo es eso posible si en el sur ya casi no hay bosques, sino que plantaciones? En el sur donde llueve permanentemente, la acidez de los pinos y eucaliptus ha secado las napas subterráneas.
Pero el bosque nativo tiene la cualidad de proteger los cauces de los ríos y otras fuentes de agua regulando sus ciclos naturales, de esta manera también garantizan la supervivencia de la flora y fauna del lugar.
Las plantaciones destruyen el bosque nativo y alteran el ecosistema y la biodiversidad, lo que equivale aproximadamente al Itriofomongen mapuche, el modo de ver y habitar el mundo donde todo está en equilibrio: los seres humanos, los pájaros, las cascadas, el viento, la tierra.
Nadie ni nada sobra, todo se complementa, pero –como dijo acertadamente un columnista español– los pinos y los eucaliptos son como Othar, el caballo de Atila que por donde pasaba nunca más crecía la yerba.
¿Y qué hacen la machi entonces si sus sanaciones son en base a yerbas que provienen precisamente del bosque nativo? ¿Tienen que viajar lejos donde aún queda bosque?
Ni al Estado ni a las forestales les importa la destrucción de un modo de vida, de una cultura, de un pueblo. Como tampoco les importan las vidas de los mapuche. Hoy fue Pablo Marchant, en 2018 fue Camilo Catrillanca; en 2009 Jaime Mendoza Collío, en 2008 Matías Catrileo. Alex Lemun, de tan solo 17 años, fue asesinado con un balazo en la cabeza en 2002, por mencionar algunos.
En Chile, en la Rebelión de 2019, le pulverizaron los ojos a casi medio millar de chilenos y chilenas, asesinaron, detuvieron, golpearon y abusaron de miles más. Porque en Chile vale más un semáforo que una mirada. Y en el Wallmapu vale mucho más una maquinaria forestal que la vida de un joven mapuche.
Siempre la eterna muerte. Eso se llama terrorismo de Estado. Pero también siempre la resistencia, eso se llama Dignidad.
La noche siempre trae sombras, y a veces muerte. Pero en territorio mapuche muchas veces también luciérnagas vestidas de weichafe. Y eso es vida.
—
* Sociólogo, Director Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC. @titotricot
INFORMACIÓN RELACIONADA