21/10/2020. Por Andrés Kogan Valderrama (*).
El denominado giro decolonial puede verse como uno de los intentos académicos e intelectuales más importantes de los últimos años en la región, en tanto crítica al eurocentrismo instaurado hace más de 500 años por occidente luego de la conquista de Abya Yala en 1492. Sus antecedentes teóricos se pueden encontrar en la teoría del sistema-mundo, la filosofía de la liberación, la teología de la liberación, las teorías de la dependencia, los estudios poscoloniales, los estudios subalternos, los estudios culturales, la pedagogía de la liberación, el feminismo indígena, la filosofía afro-caribeña, el marxismo, el posestructuralismo.
Aparecido en la década del 2000 en Universidades de Estados Unidos (Universidad de Duke, Universidad de Berkeley) como en América Latina (Universidad Andina Simón Bolívar), sus planteamientos han sido capaces de despertar el interés de cientos de investigadores y académicos, que ante la crisis del marxismo, tanto a nivel político como epistémico, luego de la caída de la Unión Soviética, han encontrado en la idea de decolonialidad una forma de pensar de manera situada a los distintos procesos de dominio existentes en la región.
Es así como el llamado Grupo Modernidad Colonialidad ha sido un referente en seminarios, congresos, encuentros, conversatorios y revistas de filosofía y ciencias sociales (2), en los cuales nociones como patrón de poder global, transmodernidad, paradigma otro, pensamiento fronterizo, racismo epistémico, sistema mundo moderno/colonial, hibris del punto cero, diferencia colonial, diferencia imperial, ergo-corpo-geo políticas del conocimiento, norte global, sur global, zona del ser/no ser, han sido usadas en variadas tesis de posgrado, libros y artículos académicos.
Asimismo, sus planteamientos tienen como fuente los planteamientos anticoloniales de autores como Frantz Fanon, CRL James, Aimé Cesaire, Pablo González Casanova, José Carlos Mariátegui, Rodolfo Kusch, Fausto Reinaga, Silvia Rivera Cusicanqui, W.E.B. Dubois, Esteban Ticona, Sylvia Wynter, Ali Shariati, entre otras y otros. Así como también se han nutrido de las luchas de múltiples movimientos indígenas de la región, como es el caso de organizaciones provenientes del mundo mapuche, aymara, guaraní, coya, quechua, nasa, wayuu, entre otros, los cuales junto al zapatismo de Chiapas, son vistos como verdaderos faros en lo que refiere a proceso de descolonización.
Su tesis central es una fuerte crítica al eurocentrismo a través de la idea de colonialidad, acuñada en 1991 por Aníbal Quijano, la cual va mucho más allá de la de colonialismo, entendiendo este último concepto como una experiencia de ocupación territorial y/ o control político de parte de una potencia extranjera sobre otro grupo humano. La idea de colonialidad apela por tanto al control de todas las formas de la existencia humana y no humana. Es decir, la colonialidad se entrelaza a través de una colonialidad del poder (político, económico-militar), una colonialidad del ser (ontológica) y una colonialidad del saber (epistemológica).
En consecuencia, el giro decolonial apuesta por desligarse del proyecto de la modernidad, por tener a la colonialidad como su cara oculta, así como por cuestionar una idea de universalidad del conocimiento impuesta por occidente, la cual ha sido sostenida no solo por las grandes ideologías modernas (conservadurismo, liberalismo, socialismo) sino también por la filosofía y los canon de pensamiento de las disciplinas de las llamadas ciencias sociales (sociología, antropología, ciencia política, psicología).
Por lo mismo, el giro decolonial lo que propone es descolonizar todos los ámbitos de la vida y al Estado moderno mismo, por ser el principal instrumento de control de occidente (sistema económico, alimentario, educacional, salud, jurídico, vivienda, seguridad), para dar posibilidad así a una transformación que tome en consideración a otros conocimientos, provenientes de epistemologías indígenas de la región.
De ahí que el giro decolonial también realice un fuerte cuestionamiento al pensamiento crítico occidental proveniente del marxismo y feminismo por su carácter eurocéntrico. Es así como nociones como clase y género se cuestionen, por ser herederas de un proyecto moderno que oculta su colonialidad, al poner a la clase obrera europea y a la mujer blanca en el centro y en la vanguardia de las luchas por la liberación.
Asimismo, se les cuestiona por invisibilizar los procesos de racialización a hombres y mujeres negras, indígenas, campesinas, alejadas de los centros de poder urbanos del llamado primer mundo. El capitalismo y el patriarcado por ende se problematizan desde el giro decolonial por miradas provenientes desde el sur global.
Sin embargo, a pesar del aporte del giro decolonial, en tanto crítica al eurocentrismo, ha sido fuertemente criticado por su carácter academicista y endogámico, al presentar su crítica como una novedad en la región, negando así el potencial teórico del pensamiento anticolonial latinoamericano histórico, el cual viene cuestionando lo mismo por décadas, a través de la noción de colonialismo interno.
De ahí que las críticas planteadas por Silvia Rivera Cusicanqui, señalen explícitamente un colonialismo intelectual de parte de los principales referentes del giro decolonial quienes se han apropiado del potencial epistemológico del pensamiento indígena y afro para la descolonización, pero han invisibilizado una práctica descolonizadora que esté situada a los territorios, al poner su centro en un nuevo fetichismo teórico.
Es por eso que la crítica al eurocentrismo, focalizada en lo teórico principalmente, a través de la idea de racismo epistémico, sea una crítica que omite otros procesos previos a 1492, igualmente de estructurante, como lo son el antropocentrismo, androcentrismo, adultocentrismo y cuerdocentrismo, los cuales se han configurado históricamente con las grandes civilizaciones (no solo la occidental), a través del Estado, la familia y la propiedad privada.
No es casualidad, por tanto, que el extractivismo, entendido proceso colonial de apropiación de los cuerpos y territorios, iniciado desde la conquista hasta la actualidad, sea quizás el punto de quiebre de los principales referentes del llamado Grupo Modernidad Colonialidad, en donde algunos hayan tomado posiciones políticas territorializadas y otros desterritorializadas, profundizando estos últimos un fetichismo teórico, funcional a los Estados.
Unas miradas desterritorializadas del giro decolonial, que han asumido buena parte de sus referentes, en donde la crítica está puesta en una descolonización puramente conceptual, alejada completamente de las luchas por la defensa de los territorios en todo América Latina, como lo puede ser contra la megaminería, el agroegocio, la salmocultura, las inmobiliarias, el fracking, entre otros.
En estas posiciones, el uso de la noción de decolonialidad, está centrado en visibilizar el proceso de pérdida de poderío de occidente, particularmente de su centro en Estados Unido, ante la arremetida civilizatoria de China, como si la descolonización pasara simplemente por un cambio de una hegemonía por otra. Es decir, como si el eurocentrismo que se critica no estuviera entrelazado desde su origen con el extractivismo.
Los casos de Enrique Dussel y de Ramón Grosfoguel, quizás sean los más llamativos de este proceso de desterritorialización de lo decolonial, en donde ambos han asumido posturas políticas muy cercanas a las izquierdas tradicionales (2), al subordinar sus marcos conceptuales a lógicas estadocéntricas de ciertos gobiernos regionales progresistas, en donde el despojo de bienes comunes como el agua, el aire y la tierra se han visto en peligro de igual manera como en los gobiernos conservadores.
Una situación evidenciada con el apoyo acrítico de estos dos autores decoloniales a los llamados nuevos constitucionalismos suramericanos (Bolivia, Ecuador y Venezuela), luego de importantes procesos políticos, los cuales si bien democratizaron fuertemente aquellos países, la aparición posterior de caudillismos, clientelismos, machismo y represión, al servicio del extractivismo minero, petrolero y energético, se profundizó.
De ahí, que si bien en aquellos países se obtuvieron derechos fundamentales, que pueden ser vistos como verdaderos giros civilizatorios (Derechos de la Naturaleza, Ley de la Madre Tierra, Estado Plurinacional, Estado Comunal, Suma Kawsay, Suma Qamaña), en la práctica han caído en un fetichismo jurídico que ha servido más que nada para llevar esas experiencias a seminarios, foros y encuentros de activistas e intelectuales de izquierda (Foro de Sao Paulo).
Ante esto, los planteamientos decoloniales de aquellos autores, en especial de parte de Ramón Grosfoguel, han sido usados para denostar a cualquier crítica que se haga a aquellos procesos, por hacerles supuestamente el juego a la derecha mundial y al imperialismo estadounidense, cuando justamente lo que se trata es de pensar nuevas formas de vida, alternativas a los lógicas autoritarias de los Estados.
Asimismo, resulta llamativo que una persona que se dice decolonial, como Grosfoguel, siga usando categorías coloniales en su discurso, como lo es la dicotomía izquierda-derecha, omitiendo abiertamente el origen colonial de aquella dualidad (Revolución Francesa). Al igual que su propio uso de la noción de imperialismo, heredera del propio stalinismo, en contexto de guerra fría, al reducir lo imperial a las acciones militares de Estados Unidos.
En otras palabras, la crítica al eurocentrismo de parte de este autor decolonial se reduce a una mirada crítica formal de ciertas categorías de análisis, pero que encubre desterritorializadamente la violencia de los procesos políticos autoritarios progresistas y de izquierda, los cuales están insertos más bien en una imperialidad del poder, en donde China está cumpliendo un rol cada vez más importante en la disputa por el control político y económico del mundo.
Un rol de China, no problematizado críticamente por autores como Grosfoguel y Dussel, quienes parecieran celebrar más bien su nuevo poderío frente a Estados Unidos, a pesar de que no es más que la continuidad de un proceso de conquista de la Madre Tierra que precede a la colonización de Abya Yala de 1492, al estar dentro de un marco de tiempo de miles de años atrás, que como se vio anteriormente, está ligado a dominios de poder mucho más amplios.
En consecuencia, el escocido imperante en América Latina, como es el caso de un territorio de vida como la Amazonía por ejemplo, no puede reducirse a lo realizado por occidente en los últimos 500 años de existencia, ya que está cada vez más hegemonizado por China y las grandes corporaciones mundiales, las cuales solo les interesa mercantilizar la vida.
De ahí lo perjudicial para el pensamiento crítico, la existencia de estas miradas dogmáticas decoloniales, en donde el academicismo y la burocratización del conocimiento, al servicio de ciertos gobiernos progresistas de la región, solo empobrecen y niegan la discusión sobre nuevas alternativas desde y para las comunidades y territorios desde abajo.
Sin embargo, a pesar de ello, también han habido miradas territorializadas provenientes del llamado giro decolonial, que han articulado la crítica al eurocentrismo con el extractivismo. Los casos de Arturo Escobar y de Edgardo Lander, son dos ejemplos de cómo entender la crisis civilizatoria actual, desde lo planteado por distintas miradas, experiencias y comunidades que están resistiendo a los distintos proyectos extractivos y al terricidio imperante.
En ambos casos, se puede ver como sus miradas entrelazan lo decolonial con la ecología política latinoamericana, feminismo territoriales, el decrecimiento, la agroecología, el giro ontológico, la permacultura, y no solo con el pensamiento anticolonial de autores como Frantz Fanon, Aimé Cesaire, José Carlos Mariátegui, Rodolfo Kusch, Fausto Reinaga, Silvia Rivera Cusicanqui, Sylvia Wynter, entre otras y otros, ya que la crítica incorpora la idea de un horizonte post-extractivista.
De ahí que sus miradas apunten más bien a un giro ecoterritorial más que decolonial propiamente tal, como bien han planteado autores como Maristella Svampa, Alberto Acosta, Francisca Fernández Droguett, Eduardo Gudynas, Raquel Gutiérrez, María Galindo, Carlos Walter Porto Gonzalvez, Raúl Zibechi, Emiliano Terán Mantovani, Atawallpa Oviedo Freire, Ángel Quintero Weir, Pablo Solón, entre otras y otros, quienes han sido muy críticos de los progresismos latinoamericanos, justamente por su carácter extractivista y profundización de la militarización de los territorios.
Un giro ecoterritorial que no hace otra cosa que dejar en evidencia cómo aquellos gobiernos progresistas, a través de proyectos extractivos en el Arco Minero del Orinoco en Venezuela, en el Tipnis en Bolivia y el Yasuní en Ecuador por ejemplo, no fueron capaces de descolonizar nociones coloniales como desarrollo, progreso y una idea de crecimiento económico sin fin, que no ha hecho otra cosa que perpetuar a nuestros países a ser meros exportadores de Naturaleza, dentro de un sistema mundo capitalista, marcado por las relaciones desiguales históricas Norte-Sur por el llamado Consenso de los Commodites, como plantea Maristella Svampa, en donde China ha tenido un protagonismo sin precedentes en la región (3).
Frente a esto que Edgardo Lander plantee una crítica a como estos nuevos progresismos siguen anclados a lógicas binarias de la posguerra, la cual al poner su centro en una geopolítica de la guerra, ignora los múltiples conflictos socioambientales existentes en los territorios de vida de la región. Esto sumado a que estos progresismos, al igual que las izquierdas del Siglo XX, han focalizado sus cuestionamientos desde una mirada productivista, a las relaciones de explotación de clase, por sobre otros dominios referidos al patriarcado, racismo, antropocentrismo, generando una mirada que terminó por profundizar el colonialismo imperante.
Lo que es complementado por la crítica de Arturo Escobar, sobre la apropiación de estos gobiernos progresistas de nociones como Buen Vivir y Plurinacionalidad, mientras han vacíado sus significados a través de sus prácticas desarrollistas y extractivistas, enriqueciendo de esa forma su mirada decolonial, desde lo planteado por autores como Svampa, Zibechi, Acosta y Gudynas.
En consecuencia, en ambos casos, tanto en Edgardo Lander como en Arturo Escobar, a diferencia de Ramón Grosfoguel y Enrique Dussel, hay un intento de situar lo decolonial a los territorios y a las comunidades organizadas en contra del extractivismo imperante, rechazando así su uso académico y partidista al respecto. Por eso, que lo decolonial si tiene pretensiones de ser pensamiento crítico, debe ser un herramienta teórica y política que tome en serio a las distintas alternativas existentes, más allá de los Estados, sino terminará siendo un concepto conservador.
El pluriverso en tiempos de pandemia
Nos encontramos en un momento inédito de lo que conocemos como humanidad, marcado por una crisis socioecológica a escala global, que con la irrupción del Covid-19, nos deja en evidencia
un proceso histórico de conquista de la Madre Tierra, en donde la emergencia sociosanitaria actual solo es parte de un entramado de distintos dominios de poder mucho más amplios, en donde a través del nacimiento de las grandes civilizaciones, se generaron las bases que están poniendo en riesgo las condiciones mínimas de vida en el planeta.
De ahí que las miradas sanitarias modernas, que buscan una explicación biomédica a lo que está ocurriendo actualmente con la pandemia, centradas en la enfermedad y funcionales a las políticas del control desde los distintos gobiernos, en una guerra declarada contra este nuevo virus, más que empobrecer la discusión lo que hacen finalmente es reforzar ese proceso de conquista iniciado hace miles de años.
Un proceso pandémico, el cual está conectado precisamente con la conquista de la Madre Tierra, a través de sus bases patriarcales, coloniales e industriales, en donde con la colonización de hábitats naturales y la urbanización del mundo, por intermedio de la construcción de grandes ciudades con alta densidad poblacional, no hecho otra cosa que generar las condiciones perfectas para el contagio y el colapso sociosanitario.
Por eso que las causas estructurales de esta pandemia actual, no son otra cosa que la consecuencia de modelos insostenibles de vida, a través de la desforestación, el agronegocio y la mercantilización del planeta en general, lo que ha generado la liberación de nuevos patógenos, los cuales tienen sin saber que hacer a los gobernantes, al estar situados desde miradas que han fracasado históricamente.
Un proceso que ha sido invisibilizado por buena parte de los referentes del llamado giro decolonial, pero que en América Latina y el mundo ha sido discutido por personas como Silvia Ribeiro, Darío Aranda, Rob Wallace, Enrique Leff, Philippe Descola, Bruno Latour, Serge Latouche, Jane Goodall, Horacio Machado, Jorge Riechmann, Silvia Federici, Vandana Shiva, Francisco Javier Velasco. Enrique Viale, Donna Haraway, Nazareth Castro, Isabelle Stengers, Yayo Herrero, Joan Martínez Alier, Soledad Barruti, Leonardo Rossi, entre otras y otros.
Frente a este escenario de crisis sociosanitaria y civilizatoria, que la noción de pluriverso, pensada desde la idea zapatista sobre “Un mundo en donde quepan mucho mundos”, debiera ser no solo un horizonte a seguir por los distintos colectivos planetarios, sino una herramienta de cooperación y articulación de mundos de vida alternativos al existente a nivel global.
Para eso, que esta nueva liberación de patógenos, puede ser vista no solo como una señal de que esta civilización está muriendo sino también como una oportunidad para repensarnos como seres vivos, después de siglos de colonización de la Madre Tierra, y así expandir el pluriverso de mundos, desde lo planteado por feminismos territoriales, agroecología, permacultura, software libre, buenos vivires, ubuntu, agaciro, agdales, amor queer, biocivilización, ecoanarquismo, ecoaldeas, plurinacionalidad, derechos de la naturaleza, sumud, hurai, kyisei y tantas otras expresiones de lucha y de esperanza, sintetizadas en el libro Pluriverso: Un diccionario del posdesarrollo (4).
Miradas y experiencias pluriversales que buscan ser una real alternativa y no meras recetas continuadoras de la crisis actual, como lo son las propuestas desde los grandes organismos internacionales regionales y mundiales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, UNICEF, OMS, OCDE, Unasur, Mercosur, Celac, Unesco, Cepal, Banco de China, FAO), todos herederos del desarrollismo y del despojo territorial, a través de ideas como cooperación internacional, ayuda al desarrollo, BRICS, ciudad inteligente, desarrollo sostenible, ecomodernismo, economía verde, geoingeniería, transhumanismo, entre muchas otras.
Por lo mismo, desde la región y mucho más allá de una crítica al eurocentrismo existente, como ha planteado principalmente el giro decolonial, se hace muy destacable la iniciativa regional denominada “Por un pacto social, ecológico, económico e intercultural en América Latina” (5),enmarcada en este pluriverso y esta emergencia sociosanitaria actual, la cual lo que hace es poner en el centro de la discusión el cuidado de la vida a través de los siguientes puntos: Transformación Tributaria Solidaria, Anulación de la Deudas Externa de los Estados, Creación de Sistemas Nacionales y Locales de Cuidado, Renta Básica Universal, Priorizar la Soberanía Alimentaria, Construcción de Economías y Sociedades posextractivistas, Recuperar y Fortalecer Espacios de Información y Comunicación desde la Sociedad, Autonomía y Sostenibilidad de las Sociedades Locales, y Por una Integración Regional y Mundial Soberana.
Distintos puntos convergentes, que buscan construir imaginarios colectivos que articulen la justicia social con la justicia ambiental de manera horizontal, en donde en el caso de la Soberanía Alimentaria, por ejemplo, no solo se busque generar políticas de redistribución de tierras, ante la fuerte concentración existente, sino darle prioridad a la agroecología como manera de relación sostenible con la Madre Tierra.
Es decir, fortalecer los mercados locales y las redes de distribución de semillas, que permitan generar alimentos saludables y contrarios a la lógica agroindustrial, dominada por el negocio de la carne. De ahí que la agroecología fomente el diálogo intercultural, de manera crítica a los poderes existentes, para rescatar la memoria de distintos pueblos en la historia por miles de años, en relación a como han producidos sus alimentos.
Por eso, que la agroecología es la mejor alternativa frente a la agroindustria actual, ya que es capaz de entrelazar saberes provenientes de las llamadas ciencias naturales y ciencias sociales, rompiendo así con la dicotomía cultura-naturaleza. De ahí que conciba al mundo desde una mirada socioecológica, en donde las desigualdades sociales como ambientales sean parte del mismo entramado.
Asimismo, la agroecología es el resultado de vínculos con movimientos sociales y organizaciones campesinas, indígenas, de mujeres y trabajadores rurales sin tierra, los cuales conciben la alimentación autónomamente, situada a los territorios y no como algo externo a ellos, como el negocio de la alimentación nos ha querido hacer creer con sus productos provenientes de distintos lugares del mundo, sin importarle en lo más mínimo la huella ecológica generada.
Por último, en lo que respecta a la construcción de horizontes posextractivistas, para el rescate de la diversidad socioambiental del mundo, se hace necesario una transición socioecológica, que vaya progresivamente reduciendo la dependencia de los mal llamados recursos energéticos (petróleo, gas, carbón) como también de la eliminación de la megaminería (cobre, oro, plata, litio), la desforestación y los monocultivos (soja, maíz, pino, eucalipto, palta, plátano, caña de azúcar), para dar paso a sistemas energéticos renovables y desmercantilizados, a través de policultivos y una nueva pos-economía, en donde el centro sea una ética del cuidado.
1: Nos referimos al grupo confirmado por Aníbal Quijano, Arturo Escobar, Enrique Dussel, Walter Mignolo, María Lugones, Zulma Palermo, Ramón Grosfoguel, Edgardo Lander, Catherine Walsh, Nelson Maldonado-Torres, Santiago Castro-Gómez.
2: Un apoyo que se vio materializado políticamente con el anuncio de Nicolás Maduro de la creación el Instituto Nacional para la Descolonización el año 2018, como consecuencia de la III Escuela de Pensamiento crítico Descolonial en Venezuela, en la cual ambos han sido sus principales referentes del llamado giro decolonial.
3: El rol que ha cumplido la Fundación Rosa Luxemburgo por ejemplo, en tanto alternativas al desarrollo, ha posibilitado una articulación del pensamiento crítico latinoamericano.
4: Un libro que fuera coordinado por Ashish Kothari, Ariel Salleh, Federico Demaría, Alberto Acosta y el mismo Arturo Escobar, el cual rescata distintas alternativas al desarrollo, desde África Asia, Europa, América del Norte y América Central y del Sur. Asimismo, si bien Edgardo Lander no participó con algún artículo, si comentó la importancia del libro.
5: Pacto que cuenta con las presencia de múltiples organizaciones de la región y personas comprometidas con el cuidado de la vida en América Latina, de los cuales dentro de los referentes de giro decolonial, se puede ver nuevamente la presencia de Arturo Escobar y Edgardo Lander, a diferencia del resto que no se han sumado a esta iniciativa.
(*) Andrés Kogan Valderrama es Sociólogo; Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable; Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea; doctorando en Estudios Sociales de América Latina; Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social; Director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org