Por Emiliano Gómez Izaguirre, publicado el 30 Sept. 2020 en Cultural Survival
Como integrantes de un pueblo originario en el Sur de México (el Pueblo Mixteco o Ñuu Savi), y en estos años que llevamos ya como educadores y comunicadores comunitarios de nuestra región, una de las dificultades más comunes y poco discutidas que nos ha tocado enfrentar a varias compañeras y compañeros ha sido la romantización de nuestros procesos de resistencia comunitarios, lo cual se ha dado por parte de activistas, comunicadores, académicos, organizaciones y compañeros de otras latitudes.
¿En qué consiste esta romantización de las resistencias de los Pueblos Indígenas? Contrario a la conocida romantización de la pobreza, un discurso que premia o reconoce a quienes afrontan su pobreza sin atacar sus causas estructurales, la romantización de los Pueblos Originarios y de sus luchas es un discurso fundado en un estereotipo, un cliché con el que se invisibiliza la enorme pluralidad de formas de resistencia, simplificando o inscribiendo el concepto de resistencia Indígena a un muy limitado conjunto de características.
Entre esas características se halla la idea o el prejuicio de que las comunidades Indígenas estamos siempre en una clara oposición al Estado y al capital por el sólo hecho de ser Indígenas, o que por nombrarnos (o ser nombrados) como un Pueblo Originario nos hallamos aislados o alejados de la hegemonía cultural de Occidente; al igual que de fenómenos como la globalización o el neoliberalismo. Incluso, con la pandemia causada por el COVID-19, se ha difundido el mito de que los Pueblos Indígenas estamos venciendo al coronavirus gracias a nuestras formas históricas de organización, invisibilizando el hecho de que también hay comunidades que están siendo devastadas por este virus o por sus efectos sociales y económicos.
Esta romantización de nuestras resistencias y nuestra vida en general no es casual, y parece provenir de una lectura superficial y determinista de algunos acontecimientos que han sacudido a México y al mundo entero en las últimas décadas: la rebelión zapatista en Chiapas, el surgimiento de policías comunitarias y gobiernos autónomos en Guerrero y Michoacán, o la emergencia de movimientos Indígenas en varios países de Sudamérica, entre otros.
En resumen, se trata de un discurso que reduce la inmensa pluralidad de luchas y resistencias Indígenas a un conjunto particular de actores y sujetos que han figurado internacionalmente como opositores a políticas de despojo y de explotación capitalista en varias regiones y países. Dichas políticas existen también e indudablemente en la región del Pueblo Ñuu Savi, pero no con las mismas características o la misma intensidad que en un estado como Chiapas o Michoacán (en el caso de México), o en países como Bolivia y Ecuador.
En ese sentido, si bien es un hecho que la lógica del capital es la misma en todo el mundo, las estrategias de despojo y de acumulación capitalista varían dependiendo de la región en que nos encontremos, así como de la historia y cultura de cada pueblo y cada comunidad. Por ello, las estrategias de resistencia al despojo o a otros agravios de una comunidad zapatista en Chiapas o de una organización Indígena en un país como Bolivia o Ecuador, por ejemplo, no han sido ni serán necesariamente idénticas a las que despliega una comunidad Ñuu Savi.
A pesar de que esas diferencias entre pueblos y experiencias parecen obvias, es curioso que no dejan de ser muchas las compañeras y compañeros que alentados por esta visión romántica de lo Indígena y lo comunitario, acuden entusiasmados a conocer y participar en procesos político-comunitarios, con el afán de encontrar o desarrollar un proceso organizativo con una súbita definición política frente al Estado, el capital o la occidentalización de la vida. Esta búsqueda ha terminado en más de una ocasión, en la frustración y/o el abandono de dichos procesos, por muy valiosa que sea la experiencia forjada en ellos, al no haber podido reproducir una experiencia idéntica o similar a la de los Municipios Autónomos Zapatistas en Chiapas o a la de organizaciones Indígenas como las que integran la CONAIE en Ecuador, por poner dos ejemplos conocidos en Latinoamérica.
No es difícil suponer que casos similares a los vividos en el Pueblo Ñuu savi se repiten en otras partes del mundo, conduciendo probablemente al abandono de varios proyectos organizativos o de resistencia, los cuales, más allá del éxito o el fracaso que se puede calificar en ellos –y desde un punto de vista pedagógico- no dejan nunca de ser útiles para discutir, entender y emprender esfuerzos conjuntos para la defensa de la vida, la tierra y el territorio.
En nuestra radio comunitaria, por ejemplo, esta idea romántica de la lucha y la resistencia Indígena ha acarreado varios desencuentros entre el trabajo que ha venido realizando hasta hoy la Radio Comunitaria Ñuu Dee; hay quienes buscan emprender o desarrollar un proceso político como si nuestras comunidades se encontraran bajo el asedio violento y encarnizado de agentes del Estado, de alguna empresa transnacional o de alguna organización delictiva.
A diferencia de comunidades como Cherán en Michoacán, el municipio de Sacamch’en en Chiapas, o los pueblos del Yasuni y la Amazonía que se oponen a la explotación de su territorio en Sudamérica, nuestras comunidades Ñuu savi nos hablan de problemas, necesidades o urgencias que no demandan necesariamente la desaparición del Estado o de la autoridad local, incluso, en algunos casos lo que se exige es la comparecencia de ambos para dar respuesta a esos problemas y a esas necesidades, de tal forma que mucha de la resistencia comunitaria (en la que nuestra radio participa activamente) se traduce justamente en eso: no dejar que los gobiernos (federal, estatal o municipal) pasen por alto sus deudas y responsabilidades históricas con nosotras y nosotros, las siempre olvidadas y olvidados en la historia de este gran país llamado México.
Por todo lo anterior, resulta indispensable y necesario que antes de cualquier cosa se ponga oído a la voz propia de nuestras comunidades, y lo que decimos de nuestras formas o estrategias de resistencia, de lo que buscamos o perseguimos, sin prejuicios ni falsas expectativas, asumiendo un respeto pleno y cabal como hermanas y hermanos, como compañeras y compañeros. Debemos hacernos escuchar, más allá de que lo que se oiga o lo que se vea, aunque no encaje con una particular visión del mundo, o deje insatisfecho política e ideológicamente a más de uno; de lo contrario, además de seguir enfrentando el racismo y la violencia estructural de una elite o clase acomodada, seguiremos viéndonos discriminados ante visiones puristas y románticas de la resistencia Indígena y comunitaria.
–Emiliano Gómez Izaguirre, Se’e Ñuu savi (hijo del pueblo de la lluvia) del Municipio de la Heroica Ciudad de Huajuapan, Oaxaca, Mexico. Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas por la UNAM y la Maestría en Comunicación y Política por la Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Xochimilco. Fue integrante del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (CACTUS). Actual coordinador de Radio Comunitaria Ñuu Dee en Huajuapan, Oaxaca. Fotos por Emiliano Gómez.