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La importancia de los mayores en las culturas originarias y la vulneración acrecentada por la política monocultural de los estados

Para los pueblos originarios perder a una persona sabia, activa en el movimiento por la recuperación de la cultura, la tierra, la dignidad del pueblo, causará un impacto mayor porque con ello se perderían miles o cientos de años de historias, muchas de ellas todavía no contadas o no conocidas por su gente y menos aún en la academia.

26 de mayo de 2020

Por Elisa Loncon – Fuente: elmostrador.cl

Hay un relato antiguo en la cultura mapuche que dice que la tierra fue creada por Kajfuwenu kuse, «la anciana sagrada del cielo, quien envió a su hija, Kajfuwenu vlca», ‘joven sagrada del cielo’, para dar vida en el nagmapu (la tierra que habitamos). Una vez que la niña ya había establecido su familia en la tierra junto a Kajfuwenu wece (Joven sagrado del cielo), la anciana les pidió: no olvidar su origen sagrado, respetarse entre ellos, hacer ceremonia a la tierra y hablar la lengua. Los mapuche hasta hoy, muy obedientes algunos, viven para cumplir este mandato. La familia primigenia mapuche la conforman cuatro seres de la tierra, del cielo (wenumapu), dos ancianos y dos jóvenes (femenino y masculino a la vez).

En la vida de los pueblos indígenas los mayores son valiosos y tienen roles importantes, practican y mantienen la sabiduría, la espiritualidad, participan de la socialización de los niños pero también en la vigilancia de la vida comunitaria y de los adultos. Cada vez que la comunidad realiza ceremonias, actos políticos, acuerdos, parlamentos, en los actos de recuperación de la tierra, de los derechos, los mayores son convocados para dar la legitimidad a los acontecimientos.

A los mayores se les respeta por sus sabiduría y experiencia, por su compromiso con el azmapu, ‘filosofía mapuche’ o pensamiento mapuche, son un eslabón de transmisión del saber a las nuevas generaciones, son los maestros en el sistema de conocimiento propio, son los que conocen la lengua a cabalidad, tienen la práctica viva de la cultura.

Lamentablemente, los pueblos no cuentan con otra institución que no sea la comunidad indígena para formar este tipo de liderazgo u otros sabios. Los sabios indígenas se hacen en la comunidad y sus maestros fueron sus antepasados, porque así funciona el sistema propio de conocimiento, la sabiduría va de generación en generación. Todos los profesores, investigadores, activistas de las lenguas y culturas originarias en su trabajo han acudido a las conversaciones con los mayores, mujeres u hombres, que ellos cuenten la historia, enseñen, aconsejen. También son convocados para la gestión de la política intercultural para guiar los pasos hacia una nueva relación con los estados-gobiernos.

En el contexto de pandemia que vivimos, preocupa el sitio asignado a los ancianos, en muchos países sus vidas han sido sacrificadas para salvar a los más jóvenes, se entiende que por protocolo ético, pero también la prensa en el caso de España e Italia acusa algunos casos de negligencia. En Chile aún no se conoce el protocolo o no se ha informado a la población sobre los criterios que tienen los hospitales para que un adulto mayor acceda a una cama UCI o a un ventilador, tampoco se sabe de cuál será la actuación de los profesionales de salud cuando se trate de un adulto mayor de pueblo originario.

Las veces que he consultado me han dicho que “prevalecerán los criterios médicos y que no habrá discriminación”, una frase políticamente correcta y bien estudiada para tranquilizar la conciencia. Sin embargo, hay cuestiones de contexto que muestran lo contrario, un anciano indígena ya llega al hospital racializado por la sociedad y en condiciones de pobreza o marginalidad, razones por las cuales no llegará en igualdad de condiciones con otros pacientes, u otros sabios, expertos académicos o científicos de la ciencia oficial. Es verdad que la actuación dependerá de un protocolo ético, por lo mismo, es necesario conocer los protocolos y más allá todavía participar de su construcción como pueblos indígenas.

Es duro, pero hay que reconocer que vivimos en una sociedad donde importa la producción, el éxito y que las personas tienen un valor social, que ha abandonado toda la humanidad que representamos. El modelo asigna más valor y prestigio a unos en desmedro de otros, haciendo inalcanzable el mandato ético de “no matarás a tu prójimo”, para favorecer intereses económicos y que hoy se están aplicando como criterios políticos en la pandemia. En la prensa a diario vemos cómo el Presidente de Brasil muestra tal indiferencia al contagio de la gente más humilde, incluyendo a los indígenas. Recientemente el alcalde de Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas, Arthur Virgílio Neto, denunció estar frente a “un genocidio de indios en toda la Amazonía”, como consecuencia de un “crimen contra la humanidad” y responsabilizó directamente al presidente Jair Bolsonaro (www.infobae.com, 21 de mayo de 2020). En este Estado brasileño viven 168.700 indígenas (censo de 2010) y es uno de los más golpeados por la pandemia: hasta el 19 de mayo registraba más de 22.130 casos y cerca de 1.500 muertes por COVID-19, según INFOBAE.COM. Entre las víctimas se lamentó la partida del cacique Messías Kokama, principal líder indígena de la ciudad de Manaos, capital del estado de Amazonas.

La indiferencia de los gobiernos a los pueblos indígenas parece naturalizada. Recientemente la prensa publicó un desafortunado relato del ministro del interior de Colombia insultando groseramente a los hermanos indígenas del Cauca (libertaddigital.news, 22 de mayo de 2020) que no vale la pena reproducir. Con estas dichos niega los derechos constitucionales de los pueblos en Colombia y su condición de persona. El insulto es muy grave para toda la humanidad, sobre todo cuando un día antes Naciones Unidas conmemoraba el Día Internacional de la Diversidad Cultural (21 de mayo). Pregunto: ¿servirá que los Estados-gobiernos tengan un día para celebrar la diversidad cultural, si todos los días se mata a quienes la representan?

A nivel internacional los adultos mayores de más de 65 años han sido los más vulnerables frente al COVID-19, tanto por la edad y porque arrastran enfermedades. En el mes de marzo en Italia y España los hospitales generaron protocolos éticos restringiendo los respiradores en la UCI a los pacientes adultos mayores. Por ejemplo, el hospital Vall d’Hebronb de Barcelona, estableció como protocolo que los “mayores de 80 años, los que padezcan demencia o los que tengan entre 70 y 80 pero tengan patologías previas recibirían oxígeno en mascarillas pero no respiradores” (elconfidencial.com, 20 de marzo de 2020), aunque este no era rígido, según la prensa, un equipo de médicos finalmente debía decidirlo.

En Temuco, al inicio de la pandemia, el Hospital Henríquez Aravena, de acuerdo a La Segunda, dio a conocer que “para ingresar pacientes a la UCI se debía priorizar las posibilidades de recuperación, dejando fuera a mayores de 65 años, personas con cáncer, insuficiencia cardíaca o VIH sin tratamiento”, esta circular fue desautorizada por el Minsal, el documento fue retirado y, según ellos, “no existe discriminación» (www.t13.cl, 03 de abril de 2020).

Para los pueblos originarios perder a una persona sabia, activa en el movimiento por la recuperación de la cultura, la tierra, la dignidad del pueblo, causará un impacto mayor porque con ello se perderían miles o cientos de años de historias, muchas de ellas todavía no contadas o no conocidas por su gente y menos aún en la academia.

Los pueblos indígenas en Chile cuentan con instrumentos de derechos reconocidos por el Estado y que el gobierno debiera considerar en las políticas de la pandemia; tienen derechos a la salud intercultural, según la Ley 19.253 o Ley Indígena y el Convenio 169 de la OIT. También, hay instrumentos que exigen, entre otros aspectos, desagregar la información sobre los pueblos indígenas (Norma 280 sobre estándares de Información en la Salud, aprobada por el Decreto 643 del 2016) y la Ley sobre Derechos y Deberes de las personas en Atención de Salud, La Ley 20.584. Sin embargo, hasta el momento no sabemos cuántas personas indígenas están contagiadas con el virus, cuántas ya ha partido al nomelafken, ‘el lugar donde se van los muertos’ como decimos los mapuche.

Gobiernos anteriores construyeron hospitales interculturales, uno en Nueva Imperial (IX Región) y otro en Cañete (VIII Región), pero estos hospitales están clasificados como de “hospital de baja complejidad”, categoría que impide una implementación adecuada como lo es un hospital verdadero, aquí no hay ni van a llegar camas UCI, ni ventiladores para los mapuche contagiados con el COVID-19, para la política de salud importa más la categoría «baja complejidad» que los derechos conquistados de los indígenas. Los hospitales interculturales en Chile, tan demandados por la gente, son un fraude, no son hospitales y tampoco son interculturales, porque si lo fueran lo intercultural exige el reconocimiento de los derechos del otro y estos no se respetan.

Chile también es un país envejecido. Según los datos del INE, 2.260.222 (11,9% de la población) tiene 65 años y más, tendencia que va en aumento. La tasa de mortalidad en personas mayores de 80 años es casi del 15%, mientras entre los 10 a 39 años, es solo 0,2%.

A la dificultad de acceder a una cama UCI por parte de los indígenas, campesinos pobres en general, se agrega otro problema, que es el acceso a las comunidades, aunque ya hay caminos principales donde las empresas extractivitas no paran de sacar los recursos naturales, hay familias indígenas que viven retiradas de la ruta principal, por ejemplo, los pewenche de Pedregoso de Lonquimay. Esta comuna hoy es duramente golpeada por la pandemia, como lo indica el último informe epidemiológico (19°) y, según la prensa, cuenta con 55 casos totales acumulados de COVID-19, 33 casos activos y un fallecido. Y su tasa de incidencia acumulada (contagios por cada 100 mil habitantes) es de 497,8 (emol.com, 23 de mayo de 2020). Lonquimay tiene una población total de 11.049 habitantes.

Aunque varias organizaciones y comunidades mapuche han cerrado los accesos a sus territorios, como es el caso de Contulmo, Tirúa, y han aplicado control territorial o cordones sanitarios comunitarios para impedir el ingreso del virus, Pedregoso no es el caso, incluso, hubo un intento de cierre por las organizaciones sociales mapuche, el que fue duramente reprimido.

Como se puede ver, es preocupante la falta de política indígena para atacar la pandemia. En Chile sabemos que existe una mesa social, sin embargo, allí no hay ningún hermano indígena que ponga en el debate los derechos de los pueblos. El Colegio Médico tiene en su agenda el tema indígena según lo expuso su vicepresidente, Patricio Meza, en el «Encuentro en el Fogón«(espacio virtual interdisciplinario e internacional para conversar sobre pandemia) el 22 de mayo. Sin duda ello es importante y requiere ser difundido, conocido en la sociedad, pero además es necesario sensibilizar a los médicos, enfermeras y personal de la salud sobre las implicancia que tiene para los pueblos indígenas la vida de los adultos mayores, porque finalmente son los profesionales quienes decidirán, in situ, el acceso a las camas UCI y quienes después de la decisión experimentarán el silencio producido por sus actos en sus conciencias. Es necesario poner el tema de los derechos indígenas en los protocolos éticos, ello también ayudará alivianar la labor del profesional que tiene que actuar, en consecuencia, con la vida de sus pacientes.

Lo paradigmático hoy es más que preocupante, en la mayoría de los estados el modelo que siguen los gobiernos en el contexto de la pandemia es: vulnerar los derechos indígenas, aplicar políticas para salvaguardar intereses económicos y despojar los recursos naturales de los territorios indígena. En este paradigma no importa el principio ético “no matarás”. Aunque todavía puede ser distinto. Felepe may! (que así sea).

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