13 de agosto 2019
Por FICWALLMAPU
«Todo lo que fueron las migraciones forzadas, esta dimensión del mundo urbano, todo eso nos pertenece, esa es nuestra historia. Entonces hacer esta división, entre un mundo urbano y las comunidades. Yo creo que hay desencuentros que son artificiales y creo que el mundo del arte es dinámico en generar espacios de encuentro.»
Eduardo Rapiman es un reconocido artista mapuche nacido en Santiago, cuyo lugar de origen es el sector de Huilío, en la región de la Araucanía. Alguna vez ha contado que, luego de varios cambios de residencia en su infancia, llegó a vivir a la caleta Queule, donde una serie de pequeñas experiencias como hacer dibujos por encargos, o escribir en las tortas de cumpleaños también por encargo, lo imbricaron en una relación con lo artístico como un lugar posible de habitar. Ha recorrido diversos territorios, alrededor del orbe; aprendiendo, intercambiando y compartiendo su propuesta de arte. Desde hace años está asentado en la ciudad de Temuco y desde el sur mapuche conversamos sobre los imaginarios que envuelven a lo indígena hoy y cómo se relacionan con la escena artística, y también sobre su rol como curador en la próxima residencia de arte que está convocando FICWALLMAPU para artistas de pueblos originarios y comunidades afro:»Territorios en tensión».
-Eduardo, has señalado que prefieres hablar de arte actual mapuche, que de arte mapuche contemporáneo. ¿Cuál es tu mirada sobre lo que acontece hoy con el llamado arte mapuche?
Yo creo que el arte mapuche goza de mucha vitalidad, desde la creación artesanal, hay un desborde y hay una avalancha de mucha producción de arte mapuche y de sentido mapuche. Lo que sí creo que faltan son narrativas o narraciones respecto al arte mapuche, y eso es lo que propone mi trabajo, una memoria de cómo yo recibo esta densidad identitaria por un lado y cómo con este trabajo contribuyo a la creación de la ciudadanía mapuche, que contribuya a múltiples procesos, pues una identidad cultural firme permite identificar nuevos desafíos.
Lo que considero es que, el arte mapuche es un recurso, un recurso para el ejercicio ciudadano mapuche. El arte permite encontrarte con tu propio relato, con tu propia narración, hay un arte descrito desde la academia, que tiene sus formas y que responde a ciertas coyunturas culturales, momentos, tiempos, pero el arte mapuche permite crear tu propio relato. El tema es poder encontrarnos en la diversidad de historias y encontrarnos con una historia común, y eso es lo que proponen las narraciones particulares del mundo cultural mapuche, como el campo del arte.
– Lamngen, ¿Cuáles son esas historias? ¿Qué narrativas se están moviendo en las propuestas del arte mapuche actual?
Los trabajos de Sebastián Calfuqueo, por ejemplo. Él interpela ese mundo vernáculo, ese discurso prístino, que los discursos públicos abogan, el tema de una sociedad que sabía convivir con la naturaleza, pero no con la diversidad sexual, o que sí sabía, pero que fue olvidado en el discurso público contemporáneo. Ahí te encuentras con un relato que juega con elementos estéticos que permanentemente te están interpelando en esas dimensiones y en esa realidad que uno tiene tan aceptada. Lo mismo la obra de Bernardo Oyarzún que no deja de lado ninguna crisis identitaria, él pone sus crisis de identidad y las pone en evidencia, desde el dolor, desde la tragedia, desde el golpe emocional, él articula a través de un encuentro con su propia identidad. En su trabajo «Bajo sospecha» se va reencontrado con el diálogo de la identidad que se perdió en su propia familia, pero de pronto se encuentra que esa es una realidad común y que ese espacio común es el lugar donde él comienza a cultivar nuevos relatos.
Por su parte, el trabajo de Gabriela Palma Huaracoy y sus vestidos mapuche, puesto en el prisma de los recursos del arte actual, ella no está haciendo vestuario, ella está haciendo obras de arte que la gente atesora, no está uniformando. Está haciendo un juego de iconografía donde opera una sensibilidad particular. El camino que ella recogió no es la pyme, el trabajo de la identidad como plusvalía, sino una cuestión que emerge desde otro relato, de sanar emociones, que las libera a través del uso en tu piel, o sea lo primero que tú tienes en tu piel es la ropa. Lo mismo ocurre con Camila Huenchumil, me encanta la obra de Camila. Es interesante su trabajo que dice «A mí me interesa saber de dónde viene mi apellido, pero yo soy blanca, castaña, no tengo una memoria que me acerque a un territorio en particular, y quiero saber de qué se trata, de cómo voy acá». La vuelta de tuerca que hace es muy interesante, sobre todo esa residencia que hizo junto a Joel Maripil que fue muy sensible a las preguntas de Camila y que lograron un cierre entre la memoria urbana y la memoria vernácula que soluciona tensiones a través del nütram y el encuentro.
– Conversamos hace unos días sobre cómo la pensadora islámica Sirin Adlbi Sibai señala que «el pensamiento arabo-islámico lleva décadas encerrado en una crisis que se ha impuesto bajo los binomios tradición/modernidad y el de identidad/alteridad». ¿Cuáles serían los binomios o los opuestos que para el mundo mapuche son lugares de encierro epistémico y o político? y pensando en las construcciones de narrativas que surgen desde estos lugares ¿Cuáles son los imaginarios que nos permean hoy?
La separación artificial de lo que es lo urbano y el mundo más vernáculo, que puesto en perspectiva tiene sus propios dolores. No existe un mundo prístino, todos estamos atravesados por una historia del despojo, de una violencia racial, que está muy incorporada en la identidad chilena y que justamente permite tomar una posición y esa posición es autónoma. Por eso he procurado que mi trabajo se mantenga en un grado de autonomía frente a las demandas sobre las representaciones.
Cuando te plantean el tema de si nos corresponde, resulta que nos corresponde porque a nosotros nos aplastó la modernidad. Toda nuestra historia completa, a nosotros el despojo nos atravesó, es transversal a nuestra historia, por lo tanto todo lo que fueron las migraciones forzadas, esta dimensión del mundo urbano, todo eso nos pertenece, esa es nuestra historia. Entonces hacer esta división, entre un mundo urbano y las comunidades, que por cierto son reducciones
reitero hay un momento en que nos atraviesa a todos, yo creo que hay desencuentros que son artificiales, creo que el mundo del arte es dinámico en generar espacios de encuentro.
Salimos del imaginario del flojo borracho al oportunista con el tema de las becas y todos los beneficios que se suponen hay, de los cuales yo nunca vi. Ahora el mapuche aparece como violentista, en todos los lugares, no solo en el campo; en la academia, en el arte. Cualquier sujeto que interpele los espacios comunes que han instalado, desde el miedo, es tachado como violentista. No nos corresponde a nosotros hacernos cargo de ese miedo, a nosotros nos corresponde desarrollar un buen trabajo, a nosotros nos corresponde buscarnos entre nosotros y empezar a tratarnos bien, encontrar espacios de convivencia, espacios de salud y justamente el trabajo artístico ayuda mucho a eso, porque genera los momentos de encuentro, genera momentos de reflexión, activa un diálogo. Tú lo tienes con mucho más presencia en las prácticas tradicionales del mundo mapuche, en el trawün, los nguillatun , las ceremonias que convocan a esos momentos, a esos no tiempos, a esas faltas de tiempo y poner las energías en otro grado de contemplación y compromiso, eso la sociedad chilena no lo tiene. Si lo tuvo lo ha ido perdiendo.
– Volviendo a pensar en lo contemporáneo o lo actual ¿Cómo entiende, lamngen, la genealogía del arte mapuche?
No somos los primeros, con el tiempo nos hemos ido encontrando con otras experiencias, antes de pensar el arte mapuche de los 90 hay que pensar en el trabajo de los 60, 70, de Santos Chávez y antes de él. No podríamos caminar sin esos seres anónimos que crearon el imaginario que nosotros tenemos del mundo filosófico mapuche, pensar en quien creó el cultrún y lo dibujó, la forma que representa esto. Yo me imagino ese momento, cuántos miles de años atrás y ese es el patrimonio plástico que hasta el día de hoy nos orienta, transversal a nuestras visiones espirituales y políticas, hay una latencia de ese momento. Esa existencia del mundo mapuche, es lo que nos hace milenarios, esa memoria todavía está vigente, por lo mismo la preocupación que yo tengo respecto al arte es que estos relatos sean trascendentes a las próximas generaciones.
– Sobre de la próxima residencia de arte «Territorios en tensión», que organiza FICWALLMAPU para artistas de los pueblos originarios y comunidades afro, y de la curatoría que Usted hará de esta experiencia. ¿Cuál es su reflexión y propuesta en torno a los territorios, sus tensiones y la entrada del arte mapuche en este diálogo?
Estamos en los bordes de la geosemántica, el poder del sentido para el territorio, territorio es un campo lleno de sentido, si no hay idea sobre eso, una lógica, el territorio no existe. La cuestión ahí es encontrarse con la historia, las historias particulares siempre son territorios, están habitando lugares, ciudades, imágenes, el territorio ancestral, el territorio de las memorias, el país de la memoria, como tan bien lo plantea Elicura. La coyuntura de las tensiones políticas sociales, artísticas, culturales de todo tipo, siempre va a haber una sensibilidad, pero lo que me interesa es cuáles son esas sensibilidades comunes. A través de este ejercicio, vamos a poder identificar un territorio particular desde donde está hablando el arte mapuche actual, ya sea a través del lenguaje contemporáneo, de recursos tradicionales, los vamos a poner a prueba, para saber si nuestras ideas, nuestra práctica, nuestro sentido estético puede generar el nütram. Va a ser la gran tensión del nuevo territorio, ahí hay una propuesta y un recurso para el debate, eso es lo que finalmente pretendo que deje esta residencia, un recurso para debatirlo en todos los niveles, la idea es que podamos abordar todas esos campos del ser y que te genere tensión, volver a las palabras.
En la medida que uno apoya, contribuye y colabora te estás salvando, en la medida que voy colaborando con algunos creadores e irlos posicionando donde uno ya estuvo, te estás salvando porque la gente es agradecida y no se olvida de uno en las conversaciones. No gastar mi tiempo en la academia, cuántos nombres mapuche han pasado por ahí y han quedado en el olvido, porque es clasista y racista y tiene sus prejuicios sobre la intelectualidad mapuche. Debemos ir superando los personajes, mucho personajillo que se apoya con cuestiones, sin entender el poder de lo comunitario, para mí esta cuestión no funciona si no es como colectivo, sin los ejercicios comunitarios, a mí se me conoce de manera particular, pero yo trabajo en colectivo, yo colaboro y me colaboran, si no se alejan de un ejercicio mapuche que es la colaboración.
Esto es la autonomía, esta es la autodeterminación, el ejercicio de la autodeterminación, un ejercicio de autonomía pensando entre nosotros, esto es nuestro territorio, esto es lo que hemos logrado condensar con toda la densidad de nuestra historia, estas obras y así ir sumando al debate público, con esta iniciativa tiene que ir la siguiente, y la siguiente, y en ello, ese hilo de memoria que los y las creadores y creadoras vayan formando.