sábado, noviembre 23, 2024

A un mes del asesinato de Camilo Catrillanca… ¿Conversar qué?

Luego de tantas confianzas rotas, el diálogo a secas no basta. Como mapuche hay claridad en los puntos que deben ser puestos en la mesa, analizados, reflexionados y debatidos, en un contexto de derechos humanos, tratados, luchas y reivindicaciones históricas

Por: Sandra Salamanca Ríos, Presidenta de Corporación Mujeres; Doctoranda en Estudios Sociales Latinoamericanos Universidad Nacional de Córdova, Argentina

El miércoles 14 de noviembre de 2018, Camilo Catrillanca Marín de 24 años, hijo del lonco Marcelo Catrillanca, nieto del lonco Juan Catrillanca, dirigente y líder de la Comunidad de Temucuicui, fue asesinado con un certero disparo en la cabeza, dado por la espalda. Regresaba a su casa en el tractor comunitario, junto a un adolescente de 15 años que le vio morir y que fue torturado posteriormente por quienes acompañaban esa tarde al asesino. Camilo dejaba entonces una compañera, una hija de seis años, una guagua por nacer y una historia de lucha política mapuche.

Seguir la trama colonial que ha articulado el Estado chileno posteriormente al asesinato, con mínimo cuestionamiento por parte de los medios de comunicación masivos, pasa por la desinformación, la manipulación y por la negación de la responsabilidad estatal frente al actuar de unidades militarizadas, especializadas contra acciones terroristas, quienes amparadas en un supuesto delito común que se habría producido en el territorio, terminaron con el asesinato de un mapuche desarmado, en un tractor, regresando de su trabajo.

Se han individualizado responsabilidades materiales y eludido responsabilidades institucionales políticas en la cadena de mando, no obstante, fueron estos últimos quienes dieron la versión oficial del Estado: el ex Intendente Luis Mayol, el general de Carabineros Hermes Soto y hasta el Ministro del Interior Andrés Chadwick, quienes además enjuiciaron moral y legalmente a Camilo, y en primera instancia de manera irrestricta respaldaron el actuar supuestamente “profesional” del “Comando Jungla”.

Ante la historia de horrores en contra de jóvenes mapuche weichafe – guerreros – el pueblo mapuche y no mapuche reconoce la verdad y acompaña el eluwün – funeral – del weichafe Camilo Catrillanca. Más de 3000 personas acompañaron ese momento desde los distintos puntos de Wallmapu; Puelmapu, hoy llamada Argentina; Pikun Mapu, desde Arica; hasta Willi Mapu, Chiloé. Esa tarde pu machi, pu lonko, pu ngenpin, pu weichafe hicieron un llamado a la unidad nacional y a la lucha articulada, donde la autonomía del Estado chileno, la libre determinación, la desmilitarización de Wallmapu, el control del territorio y el esclarecimiento del genocidio étnico ejecutado por los Estados y los distintos gobiernos en un supuesto país “democrático”, fueron conceptos ratificados en un posterior fvta trawún en el mismo Temucuicui a inicios de este mes.

El pasado 8 de diciembre, el presidente chileno Sebastián Piñera Echeñique, informó el retiro del “Comando Jungla”, de la Región de la Araucanía, sin indicar que dichos Carabineros serían redistribuidos igualmente en otras zonas de Wallmapu, aumentando el número de integrantes del Grupo de Operaciones Especiales (Gope) en las provincias de Malleco y en Arauco. Es decir, realmente no se disminuía la presencia de Carabineros, sino que se establecía más personal, más militarización y por tanto más violencia como respuesta al asesinato causado por ellos mismos.

El día 11 de diciembre de 2018, por primera vez en Chile una mujer mapuche y diputada, Emilia Nuyado Ancapichún, interpelaba al Estado chileno a través de su Ministro del Interior, Andrés Chadwick Piñera. Después de 132 años del término del etnocidio chileno contra el pueblo mapuche, mal llamado “Pacificación de la Araucanía”, ella nos representaba y pedía justicia por el asesinato del lamgnen Camilo Catrillanca, hacía presente las muertes mapuche en democracia, reivindicaba los derechos humanos del pueblo mapuche ratificados por el Estado chileno a través de tratados y convenios, pero también su acción visibilizaba el racismo presente en las instituciones chilenas, como el comentario del diputado UDI Ignacio Urrutia.

Este asesinato remeció los pensamientos y el corazón de gran parte del pueblo chileno. El asesinato fue brutal; la injusticia, evidente; la rabia, junto al dolor, manifiesta. Múltiples son aún hasta hoy las muestras de rechazo. La muerte clamó por la vida y esta respondió con fuerza por él y los otros muertos, por la familia Catrillanca y por todas aquellas que silenciosamente viven la opresión del Estado. No más muertes, no más montajes, no más militarización, no más Ley Antiterrorista, no más injusticia.

El Gobierno señaló estar en la búsqueda de un piso mínimo para recuperar las confianzas. Sin embargo, resulta poco creíble dicha intención, cuando la unívoca forma de actuar del Gobierno con el pueblo mapuche, no solo fue visible en la precondena a Camilo y el irrestricto respaldo inicial a Carabineros; sino en la existencia de una base valórica que se oculta, aunque resulta evidente para los oprimidos: la negación del otro como un sujeto igual en dignidad, en civilización, en desarrollo, en derechos, racismo que ha pululado en las instituciones del Estado incluso desde que “retornó la democracia” y que se vio demostrado en la interpelación en el Parlamento.

Y es que luego de tantas confianzas rotas, el diálogo a secas no basta. Como mapuche hay claridad en los puntos que deben ser puestos en la mesa, analizados, reflexionados y debatidos, en un contexto de derechos humanos, tratados, luchas y reivindicaciones históricas. Sin embargo, ¿el Gobierno está dispuesto a poner en común los conceptos que como pueblo se han solicitado?, ¿está dispuesto a abandonar prácticas occidentalizadas de negociación “con la zanahoria y el garrote”?, ¿está en condiciones de respetar su palabra y abandonar prácticas coloniales?

El Estado chileno ha construido y perpetuado una historia de maltrato, negación, racismo y por sobre todo falta de voluntad real frente a los reclamos de todo un pueblo. La negación histórica, junto al despojo y al empobrecimiento han mantenido la militarización, la aculturación y la despolitización de la demanda mapuche. Como hemos escuchado de diferentes actores políticos estas semanas, “la violencia engendra violencia”; sin embargo, si la confianza para el diálogo se basa en recetas unilaterales ya probadas, los resultados son conocidos. Ante la urgencia y profundidad de la crisis, se invita a no errar nuevamente el camino, dejando de lado la zanahoria y sin el garrote.

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