Lamentos de ver como la buena intención se pulveriza y ver cómo fracasa flagrantemente la manera de tratar los bosques indómitos de wallmapu como si fueran jungla. Si algo se pretendía avanzar a números positivos en la ruta hacia un encuentro del Chile real con su raíz indígena mayoritaria, hoy esa ruta ha vuelto al cero y a ese círculo de violencia y sangre de una herida que está lejos de supurar.
Por Emilio Antilef Arriagada
Creíamos en las buenas voluntades, en los planes, en el profesionalismo de los profesionales y en las intenciones de un PLAN. Creíamos en esa autoridad que se la jugaba por dar el privilegio a un machi aunque fuese custodiado por decenas de centinelas. Creíamos en ese poder ejecutivo que descabezaba aquel alto mando policial que por obra y gracia de una operación huracán, mantuvo tanta encarcelación gratuita de nuestros peñis. Creíamos en un ministro de real desarrollo. Creíamos que con el fraude ideológico que resultó ser la expectativa sobre la Nueva Mayoría habíamos tocado fondo. Creíamos tantas cosas aquellos que hoy estamos con la cabeza en las manos de nuevo, que sencillamente no hay pared suficiente para golpear con nuestros lamentos.
Lamentos de ver como la buena intención se pulveriza y ver cómo fracasa flagrantemente la manera de tratar los bosques indómitos de wallmapu como si fueran jungla. Si algo se pretendía avanzar a números positivos en la ruta hacia un encuentro del Chile real con su raíz indígena mayoritaria, hoy esa ruta ha vuelto al cero y a ese círculo de violencia y sangre de una herida que está lejos de supurar.
Ese estado que nos ha separado hoy sigue sacando cuentas de nuestras divisiones. Para ese estado, tal como expresara Graciela Huinao, «ya no somos una etnia , si no que una hernia» a extirpar. El funeral de Camilo Catrillanca hoy parece demostrar esa actitud estatal que denuncia la poeta y así nos muestra sus garras, dándole el crédito inicial a las versiones de sus guardianes más que aquellas de los ciudadanos que dicen defender.
Me agrego a las filas de quienes creemos que al poder no hay que mirarlo con capucha, si no que de frente, a sus ojos, confrontando su núcleo. Solamente así se pueden ir abriendo diálogos, aproximaciones y búsquedas donde todos son bienvenidos. Pero lo que sucede hoy en Temucuicui lesiona cualquier confianza y reduce a escombros nuestras mejores esperanzas. Y aún sobre esos escombros habrá que sentarse de nuevo a conversar porque la guerra a muerte sencillamente hoy no nos sienta, como tampoco el que se siga tratándonos a punta de tanqueta, escuadrones anfibios, ni comandos jungla. Seguir haciéndolo, es golpear la puerta para que se abra a punta de más muertos y mucha más violencia.