lunes, noviembre 4, 2024

La agonía socioambiental del Salar de Atacama: Las trampas del ecocapitalismo del litio

«El Salar de Atacama es uno de los más grandes del continente después del Salar de Uyuni (Bolivia) y se ubica en el municipio de San Pedro de Atacama, el cual es actualmente nada menos que el mayor destino turístico de Chile a nivel internacional debido a los múltiples atractivos que ofrece la cuenca del Salar de Atacama».

Por Bárbara Jérez Henríquez (*)

Diario Clever

La demanda y el precio del litio aumenta vertiginosamente en los últimos años por constituir un mineral estratégico –junto con el cobalto, las tierras raras y el cobre- para la ansiada reconversión energética de electromovilidad a fuentes no fósiles que proyectan los países euroindustriales del llamado Norte Global para reducir sus emisiones de carbono a través de la fabricación y utilización masiva de autos eléctricos con baterías de Ion-litio, cuya fabricación requiere la utilización intensiva de los mencionados minerales.

De esta forma se busca hacer frente al cambio climático y la devastación socioambiental sin cuestionar ni trastocar los actuales metabolismos hiperextractivos y sobreconsumidores de la naturaleza que abastecen los flujos económicos globalizados, lo cual en la práctica permite continuar la histórica devastación colonial/extractiva del Sur Global a través de los tradicionales discursos de “desarrollo”, “progreso”, “crecimiento” como argumentos para obligar y justificar el despojo a gran escala de sus bienes comunes naturales y el sacrificio de las poblaciones locales. Esta vez la historia se repite bajo actualizadas retóricas como “desarrollo sustentable” o “economías verdes” para reproducir viejos y nuevos territorios de sacrificio para abastecer los reemplazos verdes del hiperextractivismo del ecocapitalismo, y el litio constituye un elemento estratégico de ello.

Los salares altoandinos del Cono Sur -de donde proviene la extracción más rentable de litio- constituyen frágiles ecosistemas vivos que en medio de la inmensa aridez de la Puna y Desierto de Atacama albergan múltiples humedales, una diversa flora y fauna endémica que conforma una exclusiva biodiversidad donde existen pequeños ríos y complejos lagunares salinos, extensos acuíferos subterráneos, aguas termales cuyos territorios en su mayor parte pertenecen a reservas y parques nacionales. Estos territorios han estado habitados por múltiples comunidades originarias lickanantay (atacameños), quechuas, kollas y aymaras desde hace más de diez mil años, cuyas economías tradicionalmente han circulado en torno al pastoreo, agricultura altoandina y comercio donde la creciente actividad minera industrial en los últimos veinte años ha devastado sus territorios y formas de vida.

El Salar de Atacama es uno de los más grandes del continente después del Salar de Uyuni (Bolivia) y se ubica en el municipio de San Pedro de Atacama, el cual es actualmente nada menos que el mayor destino turístico de Chile a nivel internacional debido a los múltiples atractivos que ofrece la cuenca del Salar de Atacama.

En este municipio viven diez mil habitantes y existen 18 comunidades atacameñas, las cuales hoy en día están siendo fuertemente afectadas por la inmensa actividad minera que explota la cuenca del Salar, donde la principal extracción minera es de litio y potasio por las empresas SQM y ALBEMARLE que constituyen dos de los grupos empresariales líderes a nivel mundial en la extracción de litio, pero también en esta cuenca existen otras mineras como Escondida y Zaldívar que extraen de allí aguas para sus gigantescas faenas mineras aledañas.

La minería de litio data desde hace más de treinta años atrás en el salar, y ha generado fuertes daños socioambientales en él porque el mineral se extrae de las salmueras que existen debajo de la costra salina del salar,  para lo cual diariamente se bombean más de 200 millones de litros conjuntamente de aguas dulces y saladas (salmueras) por ambas empresas (de acuerdo a lo declarado en sus EIA vigentes), lo que ha provocado después de tantos años de bombeo graves daños a los ecosistemas del salar y a las comunidades que lo habitan,  resquebrajando el salar, secando paulatinamente sus humedales, bofedales, vegas, lagunas salinas, y los bosques de tamarugos aledaños. Junto con ello han ido desapareciendo los flamencos y otras especies nativas del salar, como ya ocurrió con Minera Escondida en el salar de Punta Negra, justo al Sur de la cuenca en cuestión.

Esta extracción hídrica indiscriminada también afecta directamente a las comunidades que diariamente soportan el agotamiento hídrico que va mermando cada vez más el abastecimiento de agua para la agricultura, el pastoreo, e incluso el turismo local, sin dejar de mencionar la afectación de la Reserva Nacional Los Flamencos que se emplaza en pleno salar.

Junto con ello las comunidades han sufrido una fuerte erosión de sus tejidos sociales comunitarios ya que la constante intervención social de todas las empresas mineras de la zona (incluyendo CODELCO) ha generado fuertes divisiones, conflictos, engaños y resistencia que de manera conjunta han afectado gravemente la convivencia comunitaria aprovechando la histórica ausencia del Estado en la satisfacción de numerosas necesidades básicas de la población local, cuyos vacíos las empresas ocupan firmando convenios y entregando ayudas asistenciales a cambio de controlar la voluntad de las comunidades y obteniendo la aceptación de las empresas soportando las graves consecuencias socioambientales de la extracción minera en sus territorios.

La devastación ecológica ha sido documentada por varios informes de fiscalización y sanción ambiental de la Superintendencia de Medio Ambiente estableciendo procesos sancionatorios, los cuales pasan a ser canjeados a cambio de mayores cuotas de extracción otorgados a SQM, lo cual queda sellado en el convenio firmado entre CORFO y SQM. La firma de este convenio -a igual que el formado con ALBEMARLE en el año 2016- se efectúa sin evaluar previamente el actual y real estado socioecológico del deteriorado Salar de Atacama, y por lo tanto sin tener en cuenta cuál es la capacidad real de sobrevivencia del salar ni de los impactos que genere la extracción de mayores cuotas de litio por parte de ambas empresas. Tomando en cuenta la débil capacidad del Estado para garantizar la protección de los salares, humedales y glaciares (tal como concluyó la comisión investigadora parlamentaria sobre el tema en el año 2016) donde los escasos recursos para fiscalización y formulación autónoma de líneas base de la cuenca es extremadamente débil y limitada, sin dejar de mencionar los constantes escándalos de corrupción protagonizados por mineras como SQM para financiar campañas políticas.

En este escenario, la CORFO, CODELCO y las mineras como SQM pretenden repetir esta historia en el Salar de Maricunga, en plena frontera con Argentina en la cordillera de la región de Atacama, cuyas características ecológicas son aún más frágiles que las del Salar de Atacama,  al tener una costra salina mucho más blanda, una base arcillosa que drena agua hacia una extensa hoya hidrográfica que alimenta numerosas comunidades collas, donde la explotación de litio podría agravar aún más la grave crisis hídrica que azota a dicha región.

Esta verdadera crónica de la muerte anunciada de los salares y los pueblos andinos que los habitan queda invisibilizada en las acaloradas discusiones centralistas y neoextractivistas que las intelectualidades y partidos políticos tradicionales protagonizan sobre el litio, predominando una fuerte preocupación por quién se queda con el control de empresas como SQM, o entre nacionalizar o dejar en manos privadas el litio, cuyas propuestas extractivas-industrializadoras neoliberales o progresistas, y la presión por la demanda “verde” sobre los salares para extraer el litio, y los frustrados sueños de un desarrollo industrial de un mercado pequeño  (1% del mercado de cobre, según COCHILCO) de un mineral que tiene una alta probabilidad de reemplazo por diversos otros elementos como el hidrógeno o incluso el propio sodio, terminan marginando a aquellos que históricamente han sido los grandes sacrificados del sistema-mundo moderno/colonial del capitalismo en sus diversas versiones: Los pueblos originarios y sus territorios del Sur Global, en pos de una modernidad “carbono cero” del Norte Global sin cuestionar su matriz económica y cultural que ha originaron la actual catástrofe socioecológica global.

El daño socioambiental al planeta y el cambio climático deben enfrentarse a través de fuertes políticas que apunten a la reducción del sobreconsumo y sobrextracción globalizada, y no sólo a  un reemplazo tecnológico “verde” que perpetúa la hiperexplotación intensiva del planeta en una versión 2.0. Es necesario fortalecer una visión territorial sobre los lugares afectados por proyectos de extracción de commodities, pues en este caso lo que está en juego son las cuencas de los salares en su complejidad, sus habitantes, culturas y economías y no sólo el litio como mineral; por lo cual es importante reorganizar las matrices energéticas y de consumo múltiple cuya escala real y demanda se ajuste a las capacidades socioecológicas reales que los territorios locales tienen, conformando mecanismos realmente ecológicos y socialmente justos desde la fuente de cada elemento que se requiere hasta su consumidor/a final, y no sólo para este último como se pretende para las baterías de autos eléctricos de los países industriales. En Chile es imprescindible pensar el litio situado dentro del contexto de las cuencas de los salares (y sus habitantes), cuyos usos múltiples deben limitarse a la capacidades que tengan dichas cuencas y no sólo dirigidos por la vorágine de los mercados internacionales hambrientos de litio para el camino corto de sus reemplazos tecnológicos “carbono cero”. Las trampas de los espejitos de colores de las carabelas coloniales hoy se visten de “verde”.

(*) Bárbara Jerez Henríquez, Doctora en Estudios Latinoamericanos.

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