Su nombre en el idioma originario es “Pangui ñi puñon” y tiene como autores a Mauro Millán y Hernán Schiaffini. Organizó la presentación Wall Kintun TV, el canal mapuche que funciona en Bariloche.
Por Adrián Moyano
El Cordillerano
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us primeros párrafos aseveran que “las huellas del puma quieren decir, por lo menos, dos cosas. La primera que el puma estuvo aquí, que pisó este suelo. Y que su peso dejó una marca sobre la tierra. La segunda, es que alguien lo está rastreando. Porque si hablamos de las huellas del puma, es que alguien lo está rastreando”. En este caso, fueron dos los rastreadores: Mauro Millán y Hernán Schaffini.
Con la compañía de un numeroso panel, el referente mapuche y el antropólogo presentaron “Pangui ñi puñon – Las huellas del puma” el último sábado en la Escuela Municipal de Arte La Llave. Hizo las veces de anfitrión Oscar Moreno, comunicador mapuche integrante de Wall Kintun TV. Antes de los autores, dieron sus pareceres sobre el flamante libro, los antropólogos de la UNRN y el IIDyPCa Ricardo Abduca y Claudia Briones, además del activista del ecologismo Alejandro Yanielo.
Al comenzar su intervención, Millán nombró en idioma mapuche a sus cuatros abuelos, de quienes tantas veces escuchó “ecos de la ocupación militar, porque este territorio no era ni la Argentina ni Chile. Era mapuche y de otros pueblos originarios”, precisó. También recordó que a su madre en la escuela, “no la dejaban hablar ni una palabra en mapuzungun. El maestro la golpeaba y supongo yo que tenía instrucciones para hacerlo”, arriesgó.
Comentó el coautor que “me estoy levantando como lonco de Pillán Mawiza, una comunidad que está en un territorio que se recuperó hace 17 años”, puntualizó. “Un lugar donde hay mucha fuerza y newen pero también muerte, porque quisieron hacer una represa en el río Carrileufu o Corcovado. Así que estamos defendiendo ese territorio, en un proceso de lucha y de libertad”, aseguró.
En relación a una de las protagonistas del libro, su abuela Margarita Burgos, compartió que según sus relatos, “ella había cruzado la cordillera cuando era un bebé, con su familia, en 1895. Cruzaron para reunirse acá, en El Mirador, cerca de Cushamen. Un cruce que fue tremendo porque los perseguía el ejército chileno. Mis bisabuelos cruzaron y contaba mi abuela que ese pangui les hablaba”, es decir, el puma que da nombre a la obra.
Millán imitó el acento de sus mayores en la continuidad de su relato: “aparecía en el bosque y lo perdíamos. Después, aparecía de nuevo”. Añadió el referente mapuche que “fue muy grande el sufrimiento al cruzar el Limay. Nuestros mayores hacían grandes guillatunes para que los acompañara el ngen (guardián o dueño, en este caso, del río). Todo eso marcó su vida”, expresó el nieto.
Buena señal
Después compartió otra narración que no figura en el volumen, pero se entronca de manera demasiado directa con su concepto. “Veníamos de El Maitén con mi padre, en una camioneta vieja. Atrás venía una fila larga de vehículos, los que manejaban seguramente se acordaban de mis mayores… De lejos, a la altura del lago Guillelmo, vi lo que al principio, me pareció un perro galgo. Me agarró mucha preocupación porque no lo quería pisar pero atrás venía un montón de autos”.
El suspenso se desvaneció enseguida. “Más de cerca vi que era un pangui que estaba cruzando y justo cuando estábamos por pasar, volvió para atrás. Frené y me salvó la vida, porque justo de enfrente, venía un auto pasando un camión. Me pasó a 10 centímetros… Fue una buena señal. Ese pangui, ¿sería mi abuela o mi madre? No era mi momento… Cuando le conté a mis hijitas, lo primero que hicieron fue dibujar el nütram (relato), nuestra manera de contar la historia”, cerró Millán.
Previamente, había compartido sus impresiones Schiaffini, quien valoró la presencia de Briones y Abduca en el panel. Puso en común el antropólogo que “Pangui ñi pünon – Las huellas del puma” tiene muchos autores cuyas identidades “no están en la tapa”. Sin embargo, “también hay que hacerse cargo” porque el libro no resultó de una escritura estrictamente colectiva.
Señaló el coautor que en el trabajo está explícita “la idea de búsqueda porque el formato tiene que ver con aquello de Elige tu propia aventura”. En efecto, al final de cada relato hay diferentes maneras de continuar. Por ejemplo, al término del cuarto, la primera opción es: “si querés buscar más acerca de cosas que pasan en el campo, podés ir a la página 69”. La segunda, “si preferís un relato sobre la vida de Margarita, revisá la página 24”. La tercera chance: “si te interesan los lugares nuevos, hay algo en la página 63”. Ante esas alternativas también “cobra fuerza el concepto de las huellas que pudo dejar el puma”.
Schiaffini compartió una intimidad, cuando confió que se preguntó qué estaba buscando con el libro en cuestión. “Yo no soy mapuche, creo que para los mapuches está más claro qué se busca”. La primera justificación que encontró fue el “posicionamiento ideológico, el político y la solidaridad. Tenemos muchos enemigos que son comunes”, señaló. “Pero también hay que preguntarse qué sociedad queremos para adelante” y en ese sentido, el antropólogo consideró que “las luchas del pueblo mapuche son espacios de apertura y avance. Eso nos hace bien a todos”, concluyó.
Apuntó el coautor que “en el libro hay cosas que vivimos y otras que no” pero tanto es su grosor “que a veces nos confundimos. ¿Estuvimos allá o no? Es que la carne se nos hizo libro y viceversa. Se nos hizo memoria, se condensó”, admitió Schiaffini. En contrapunto con la frase corriente según la cual “la historia la escriben los que ganan”, replicó que “la historia la ganan los que la escriben, en un sentido amplio de encontrarse y hacer”. La flamante publicación viene a darle la razón.
Un fragmento
El Anchimallen estaba a esa altura destrozado sobre el caballo, sin poder aún despegarse. No se movía, parecía estar muerto. Amancio Huenullán no sabía si el Anchimallén podía morir o si iba a perseguirlo, o qué ocurriría después de la tremenda paliza que le había propinado. Optó por una solución que creyó la más segura para su persona. Roció el Anchimallén con algo de alcohol que traía en su maleta y lo soltó del cojinillo. El Anchimallén cayó al suelo pesadamente, sin moverse. Con rapidez, lo encendió y el cuerpo desecho del newen comenzó a desprender llamaradas…