miércoles, diciembre 25, 2024

En seis, miles: la lucha de la comunidad Campo Maripe desde la fuerza de sus mujeres

¿Cuál es el rol que tienen las mujeres dentro de los procesos de reconstrucción de las comunidades mapuche? ¿Qué lugar tienen las lamgen triplemente oprimidas -por ser mujeres, trabajadoras e indígenas- en la disputa que da el pueblo mapuche contra el extractivismo? Las seis mujeres que encabezan -junto al Logko Albino- la comunidad Campo Maripe en su disputa contra Chevron-YPF cuentan y comparten cómo son ellas las encargadas tanto de transmitir el conocimiento y kimvn, como de poner el cuerpo cuando hay que tomarse las torres petroleras. «Hoy se nota más, hay más mujeres werken, kona, y hay muchas mujeres logko», cuenta Maria Piciñam. Las mujeres indígenas son actoras clave en la resistencia contra el avance extractivista en todo el continente, y en la historia de estas seis hermanas Campo Maripe, está contada la de miles. 

Lamgen de Campo Maripe, Confederación Mapuche de Neuquén, 2015
Lamgen de Campo Maripe

Por: Nancy Piñeiro Moreno* / Fotos: Checho Maripe

A la memoria de Celmira Campo Maripe

Temprano, una mañana del pasado marzo, la lamgen Chela (“hermana” en idioma mapuche [1]) se despide dándome algunos frascos de dulce para mi madre, y un mensaje mientras me alejo: “Un saludo para tu mamá, aunque no la conozco”. Yo le había comentado unos minutos antes que el dulce de membrillo es bueno para el reuma, que sufre mi madre. Chela preparaba ese dulce casero bien temprano mientras esperábamos que el logko Albino (autoridad mapuche[2]) me pasara a buscar para comenzar la recorrida por Campo Maripe [3], comunidad ubicada en el mayor play de hidrocarburos no convencionales fuera de Norteamérica: Vaca Muerta, provincia de Neuquén, República Argentina. En consecuencia, se trata de la zona más afectada por la fractura hidráulica y sus efectos, sin dejar de mencionar que otras comunidades mapuche sufren hace décadas la contaminación de la industria petrolera convencional.

Varios meses después, el 28 de julio, veo en las redes sociales la imagen de Chela encadenada a una torre de perforación. Lo primero que recuerdo cuando distingo su rostro en la fotografía es el gesto de aquella mañana, el obsequio y las palabras para otra mujer, a quien no conoce: “Un saludo para tu mamá, aunque no la conozco”. Chela está encadenada a una torre de fracking junto a otras dos mujeres de la comunidad. Tres mujeres mapuche encadenadas a maquinaria estadounidense en territorio indígena violado por el Estado argentino. Una tríada internacional posibilitada por el brazo del capitalismo que avanza con renovada fuerza, validado por todos los niveles de gobierno. La letra muerta: el Convenio 169 de la OIT ratificado por el país en el año 2000; una ley nacional de relevamiento de territorios indígenas que, por fin aplicada en este caso y con demoras, insiste en desconocer los resultados que prueban la ocupación ancestral de la tierra por parte de esta comunidad [4]. Y un triunfo en 2014: el gobierno provincial reconoce legalmente a una comunidad mapuche después de más de una década sin otorgar personerías jurídicas, Campo Maripe, a pesar de que, como se acaba de mencionar, no respeta el relevamiento posterior. Jamás fueron consultados sobre lo que sucede en su territorio: la actividad es ilegal pero posible.

Toma de torres en Campo Maripe (2015) / Confederación Mapuche de Neuquén
Toma de torres en Campo Maripe (2015) 

Chela es una de las seis hermanas Campo Maripe, junto con Josefa, Susana, Martha, Celmira y Mabel, la inan logko[5]. El único varón de la familia, Albino, es el logko de la comunidad, que tiene origen en estos siete hermanos, y se compone de unas 35 familias. El pueblo mapuche es uno de los casi cuarenta pueblos indígenas que habitan el territorio argentino [6]; se encuentra en la región conocida como Patagonia, específicamente en las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro, pero también, en La Pampa, Mendoza y Buenos Aires. Sin embargo, como pueblo preexistente al Estado, hay distintas parcialidades mapuche a ambos lados de la cordillera. Y en ambos se ha llevado a cabo un genocidio, tanto por parte del naciente Estado argentino, desde el año 1878 (masacre conocida como “Campaña al desierto”), como por parte del Estado chileno (donde se le ha dado el eufemismo de “Pacificación de la Araucanía”). Es fundamental, por lo tanto, tener en cuenta la reciente memoria de resistencia de este pueblo. Memoria que se actualiza día a día en pleno siglo XXI ante los “reacomodamientos del neoliberalismo” [7], que igualan a Gobiernos de derecha o “progresistas”. En estos “reacomodamientos”, los métodos de acumulación por despojo llegan con renovada violencia a territorios donde no habían penetrado. Como señala el periodista argentino Darío Aranda, se trata en muchos casos de territorios indígenas [8].

Desde el anuncio de la Agencia de Información Energética de los Estados Unidos en 2011 según el cual la formación Vaca Muerta es el yacimiento de hidrocarburos no convencionales más importante de América Latina, hasta la instalación de las primeras torres de fracking en Campo Maripe en 2013, todo se dio con agilidad para posibilitar el despojo y atraer capitales extranjeros con leyes y decretos entreguistas que bastan para dar por tierra con el relato hegemónico de la soberanía energética.

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Caminos despejados

Dos años antes de mi visita, la imagen era la misma. En julio de 2013, los medios que se hicieron eco de lo sucedido en el sur de nuestro país dejaron ver a estas lamgen en la misma situación, encadenadas a una torre de perforación, en protesta al acuerdo que el Gobierno provincial y la empresa petrolera nacional, YPF, habían decidido firmar con la compañía estadounidense. La noticia recorrió el país, mayormente en tono alentador, elogiando el descubrimiento de recursos que traerían progreso y autoabastecimiento. Algunos veíamos algo distinto: atropello y lucha. Y una mayoría de mujeres, de esta y otras comunidades mapuche, en la primera línea de resistencia junto al logko y organizaciones aliadas, como la Multisectorial contra la Hidrofractura. ¿Cómo fue posible el acuerdo con una multinacional de tan mal desempeño en nuestro continente? El camino despejado: un juez había embargado los activos de la empresa en nuestro país, pero el Ejecutivo nacional solicitó el levantamiento del embargo para poder celebrar el acuerdo, y el poder Legislativo de la provincia aprobó el pacto secreto en agosto de ese mismo año mientras afuera de la Legislatura de Neuquén la Policía reprimía durante 8 horas a los hermanos y las hermanas que pusieron el cuerpo contra el pacto. Desconocemos si las piezas mecánicas de la maquinaria industrial estarán tan bien aceitadas como los poderes del Estado.

“Cuando éramos un pueblo libre, la mujer mapuche tenía un rol protagónico

por ser la poseedora del conocimiento mapuche», cuenta María Piciñam

Pero ¿cómo llegaron estas mujeres a poner ellas también el cuerpo, encadenadas a torres o tranqueras, protectoras de su territorio? ¿Debería llamarnos la atención? María Piciñam, werken (vocera) del Lof Newen Mapu y coordinadora del Centro de Educación Mapuce Norgvbamtuleayiñ, explica: “Cuando éramos un pueblo libre, la mujer mapuche tenía un rol protagónico muy importante que tenía que ver con ser la poseedora del conocimiento mapuche; sobre todo el rol de la educación estaba puesto en la mujer. Hoy el rol de la mujer se empieza a visibilizar nuevamente después de la invasión y la imposición de otra cultura, de otra educación, después del sometimiento brutal que tiene que ver con el machismo que hemos sufrido como sociedad en general; no ha escapado a nuestro sufrimiento como pueblo mapuche. El rol de educadora se está recuperando, estamos empezando a entender que no somos simples madres, sino las primeras y últimas transmisoras del conocimiento”. Y agrega: “Siempre hicimos política mapuche las mujeres, en tiempo libre, en tiempos de represión y en la actualidad; lo único que cambia es el contexto. Hoy se nota más, hay más mujeres werken, kona, y hay muchas mujeres logko».

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Mujer, naturaleza y extractivismo

Para el pueblo mapuche, como para otros pueblos indígenas, el hombre y la mujer son con la naturaleza: otra fuerza más de la biodiversidad, ni superiores ni inferiores. Así es que en su cosmovisión, opuesta al mercantilismo del sistema capitalista, no hay división entre naturaleza y sociedad. En idioma mapuzugun (que literalmente quiere decir “habla de la tierra”) no hay un concepto equivalente a la noción de recurso: “Recurso no existe en nuestro idioma porque primero que cuando éramos libres y vivíamos con y de la naturaleza, la forma de vida era una vida racional donde nadie tenía que juntar comida, nadie tenía que cosechar o arrancar más de lo que necesitaba tener”, cuenta María. Habiendo sido corridas de las tierras fértiles a lo largo de décadas de despojo, las comunidades no pueden ejercer su plan de vida, no pueden ser si no son en su territorio [9] y no poseen la autonomía para decidir cómo ejercer sus derechos. En este sentido, tampoco es posible el respeto por los derechos de la mujer indígena sin el respeto por los derechos colectivos como comunidad.

Familia Campo Maripe junto a otros miembros de la comunidad / Negro Ramírez
Familia Campo Maripe junto a otros miembros de la comunidad 

Así como no hay superioridad entre sociedad (hombre y mujer) y naturaleza, tampoco la hay entre hombre y mujer: “No podemos plantear la autonomía de la mujer sin la autonomía del hombre. Defendemos un derecho complementario. La dualidad de género y de generación dentro de nuestra filosofía como pueblo es lo que nos hace verdaderas personas, pero sobre todo verdaderos sujetos de derecho”, dice María, pero aclara: “sí podemos reafirmar con mucho orgullo que la mujer cumple un rol especifico porque anhelamos ser cada uno kvme che, una persona recta, en el transcurso de nuestras vidas”. Y no se trata de que no existieran prácticas opresivas del hombre hacia la mujer dentro del pueblo mapuche, sino que en su filosofía estaban las normas necesarias para que la misma comunidad recobrara el equilibrio roto por ese individuo imponiéndole una sanción. Normas que hoy también han empezado a recuperarse.

«Podríamos decir que la mujer indígena es triple víctima:

por mujer, por trabajadora y por indígena»

Podríamos decir que la mujer indígena es triple víctima, por mujer, por trabajadora y por indígena, de la contaminación y el estilo de vida al que obligan los proyectos extractivistas en sus tierras. Es necesario comprobar lo que se padece en los territorios explotados. En el caso puntual de Campo Maripe, María comenta: “Las mujeres hoy somos mucho más vulnerables ante las enfermedades que genera la contaminación porque en el Lof Maripe, por ejemplo, el 90 % de las mujeres está enferma. La mayoría tiene cáncer. Hay problemas en los huesos, diferentes problemas, y las más enfermas son las mujeres”. El agua y el aire, contaminados; el estrés que suponen los conflictos constantes; el desgaste de las acciones directas a que los empujan los poderes estatales y las corporaciones; la imposibilidad de practicar su plan de vida mapuche en plenitud: una combinación devastadora.

Una de las lamgen, Celmira, falleció hace dos meses. El cáncer de mama la fulminó. ¿Qué calidad de vida se puede tener con la amenaza constante de nuevos atropellos y conviviendo con la contaminación? [10]. Sin embargo, en complementariedad con los hombres, es a ellas a quienes vemos encadenadas a las torres de perforación en distintas acciones de protesta; las vemos junto a Albino en las mesas de negociación; encadenadas a las tranqueras, en cortes de caminos, en la ruka (casa) que sirve de puesto de vigilancia permanente para poder controlar el ingreso de los vehículos de la empresa, y porque un empresario de la zona les ha impedido el paso a su propio territorio. Las vemos en cada manifestación, junto a otras tantas mujeres indígenas y no indígenas. Las vemos intentar el diálogo con los distintos actores involucrados en los conflictos, así como con los trabajadores de una empresa privada de vigilancia, que también, apostada en la comunidad, les prohíbe circular libremente y garantiza que la libertad sea un patrimonio más de las empresas.

Los ecofeminismos en sus diversas variedades (clásico, espiritualista, latinoamericano, constructivista, etc.) [11] intentan dar cuenta de la relación de la mujer con la naturaleza y de su papel en la lucha contra los extractivismos. Sea cual fuere la teoría que más nos convence, es innegable que históricamente la racionalidad mecanicista asociada a lo masculino ha gozado de una valoración positiva y muy superior a los valores opuestos, no racionalistas, más conectados con el sentir, con la tierra, con el cuidado de la vida.

En este último sentido, mujer indígena y tierra son un binomio al que amalgama una fuerza mucho mayor de la que normalmente uniría a una mujer de la dominante cultura occidental con la naturaleza. Por esto es que valdría afirmar que, como dijimos, sufre una triple discriminación. La historia no las ha querido visibilizar. Hoy hay otras herramientas, y el ocultamiento es más difícil: ellas luchan tanto como ayer, se empoderan, se apoderan con sus compañeros de las herramientas necesarias para hacer oír su voz, al tiempo que recuperan juntos el idioma de la tierra.

Fue Celmira quien me compartió los recuerdos que tienen de su abuela y cómo es recuperar una identidad y una lengua. Creían que la ñaña era muda o no sabía hablar bien, pues la oían en la montaña mientras hacía alguna ceremonia mapuche, tal vez para pedir por lluvia; la recuerdan por las noches cuando los reprendía si seguían despiertos cuando el sol ya estaba escondido: había que dejar leña para mañana, tapar las brasas con tierra para que vuelvan a ser fuego al otro día. No creo que sea necesario repetirlo, pero lo repito por si acaso: “dejar para mañana”, que no es acumular. Mujer y naturaleza en el proceso de velar por el equilibrio necesario, mujer que transmite el conocimiento: “[Para] mantener el kimvn (conocimiento tradicional), una protagonista fundamental es la mujer mapuce. La recuperación y fortalecimiento de la Educación Autónoma Mapuce en manos sobre todo de las mujeres como generadoras de vida, las convierte en las primeras transmisoras del kimvn que crea condiciones para que su pueblo ejerza kisugvnewvn (autonomía)” [12].

Sin dudas, la mujer indígena es, como podemos serlo todas, actora clave de las resistencias ante el avance de prácticas extractivas cada vez más salvajes. Como estas seis mujeres hay miles que en América Latina ponen el cuerpo junto a quienes se atreven a pensar otros modos de vida, superadores de la explotación capitalista de las personas y la naturaleza. Ellos y ellas son un fuerte lazo capaz de unirnos en el tiempo, desde la memoria de los pueblos para pensar en el mañana, como las enseñanzas de la abuela Maripe, y aun sin conocernos ni pertenecer a la misma cultura, como el saludo de Chela al despedirse.

Daniela Steppes, 2015
Daniela Steppes, 2015

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*Nancy Piñeiro Moreno es traductora técnico-científica especializada en Humanidades, intérprete de conferencias y maestranda en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de San Martín (UNSAM). Realiza su tesis sobre la lucha de la comunidad mapuche Campo Maripe.
Este artículo ha sido escrito para el volumen n° 30 de la revista Caminando, “Resistencias feministas y populares: Alternativas al extractivismo”, del Comité por los Derechos Humanos en América Latina (CDHAL), de próxima publicación en idioma francés en noviembre de 2015.

Quiero agradecer a María Piciñam del Lof Newen Mapu por la entrevista concedida; a la Confederación Mapuche de Neuquén, al Lof Newen Mapu y al Lof Campo Maripe por su hospitalidad; al trabajo fundamental de todos los que integran el Observatorio Petrolero Sur (en especial a Martín Guillermo Álvarez y Hernán Scandizzo); a Mapuexpress, Lorena Riffo, Felipe Gutiérrez Ríos, Lefxaru Nawel y Darío Aranda. Tal vez habrá quien objete o piense que estas líneas carecen de la impersonalidad y la supuesta objetividad que debiera tener todo artículo digno de publicación. Creo firmemente que cuestionar los modos de contar también forma parte de la recuperación de nuestro decir femenino. Decir o escribir con las entrañas no le quita valor a nuestra voz ni a nuestra pluma.

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[1] Forma de identificación cariñosa que utilizan las mujeres para referirse a mujeres y hombres mapuche, y los hombres solo para referirse a las mujeres.

[2] Autoridad máxima del Lof elegida por consenso, que orienta y guía la vida comunitaria mapuche.

[3] Puede consultarse el siguiente artículo sobre Campo Maripe: Gutiérrez, Felipe y Millaman, Sergio, “Campo Maripe, el resurgir mapuche en medio del avance petrolero” en Mapuexpress. Disponible en línea: http://www.mapuexpress.org/?p=3936. Consultado en agosto de 2015. Para más información sobre el fracking en Vaca Muerta, véase: Observatorio Petrolero Sur y otros, “Fracturando límites”, mayo de 2014. Disponible en línea: http://www.opsur.org.ar/blog/2014/11/03/fracturando-los-limites-3/ [trad. inglesa:  https://www.foeeurope.org/sites/default/files/publications/shalegas_heading_south_june2014.pdf).

[4] 8300 Web, “El informe antropológico confirma la presencia histórica de la comunidad Campo Maripe”, 4 de agosto de 2015. Disponible en línea: http://www.8300.com.ar/2015/08/04/el-informe-antropologico-confirma-la-presencia-historica-de-la-comunidad-campo-maripe/. Consultado en agosto de 2015.

[5] Inan logko: Son las personas que acompañan al logko y toman decisión en caso de su ausencia. Se encargan de las gestiones y relaciones entre lof y con las instituciones del estado. Su mandato será de dos años, a elegir en xawvn (asamblea) del lof.

[6] Mapa de los pueblos indígenas en Argentina: http://cronicasinmal.blogspot.com.ar/2013/09/mapa-de-pueblos-originarios-de-la.html

[7] Terán Mantovani, Emiliano (2015), “América Latina: Tensión neoliberal y territorialización del poder” en Alai.net. Disponible en: http://www.alainet.org/es/articulo/172285. Consultado en septiembre de 2015.

[8] Véase Aranda, Darío (2015): Tierra Arrasada, Buenos Aires, Sudamericana; y Amnistía Internacional, Mapa de las luchas indígenas en Argentina: http://territorioindigena.com.ar/. Consultado en septiembre de 2015.

[9] “El territorio es el ‘espacio social, cultural y ecológico’, y no depende de líneas trazadas en el mapa, es por ello que incluye a todas las cosas propias de las tierras, inclusive las aguas, el subsuelo, el espacio aéreo, sus ocupantes y plantas, la vida animal y todos los recursos que en ella existan. Por lo tanto, no se limita a las tierras ocupadas permanentemente sino que incluye todas aquéllas a las que se tiene acceso para las actividades que utilizan de alguna otra manera. Como ‘hábitat’ incluye los aspectos sociales y culturales, lo que subraya la dimensión pública (en el sentido de política) de la propiedad indígena” (Confederación Mapuche de Neuquén (2010), Propuesta para un Kvme Felen Mapuce, p. 26). Disponible en línea: http://odhpi.org/wp-content/uploads/2011/09/kvme-felen-Plan-de-vida.pdf.

[10]. Es imposible hablar de las mujeres mapuche y su lucha sin mencionar a Cristina Linkopán: Aranda, Darío y Wenxu, Umawtufe (2014), “El precio del petróleo”, 14 de marzo de 2014. Disponible en: http://odhpi.org/2014/03/el-precio-del-petroleo/. Consultado en marzo de 2014.

[11] Véase Lucía Delbene-Lezama, “Género, ecología y sustentabilidad”, en Documentos de trabajo CLAES, julio de 2015. Disponible en línea: http://www.alainet.org/es/articulo/171663. Consultado en agosto de 2015.

[12] Confederación Mapuche de Neuquén, op. cit., p. 88.

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