«Conmemoremos a Bartolina Sisa, a Janequeo, Wakolda, no como guerreras sino como mujeres originarias poseedoras de un conocimiento que va más allá de la racionalidad occidental».
Por Ana Millaleo
Muchos piensan que hablar de género y cultura mapuche se asimila a liberación de las mujeres propuesta por el feminismo blanco, que quiere ver a las mujeres mapuche liberadas de sus roles tradicionales y de ese hombre machista y violento que fue construido de ese modo por la propia cultura occidental, por algo nos han llamado salvajes. Es importante tener claro qué es lo que significa hablar de género en nuestras culturas originarias, mientras otros piensan en el futuro para buscar la equidad, nosotras mujeres indígenas, debemos mirar hacia atrás para restituir a nuestros roles tradicionales, la dignidad robada por la sociedad dominante.
No hay que olvidar que para el pueblo Mapuche la vida proviene de los pies de una mujer, así nos cuenta el piam de Wangülen:
“Ella estaba desnuda (wangülen) y tuvo mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a raudales” (Trivero, 1999)
Estamos celebrando el día de la mujer Indígena, conmemoramos la muerte de la weichafe Barolina Sisa, una gran guerrera quien dirigió ejércitos a fines del siglo XVIII, pero no reflexionamos que seguimos celebrando la figura masculina del héroe; las personas relevantes siguen siendo los grandes weichafe, los que salen al mundo a pelear, algo no muy distinto de la imagen caricaturesca y claramente machista del súper hombre. ¿Por qué no celebramos a las ancianas? Que portan el conocimiento o a las jóvenes quienes darán más vida para que nuestros pueblos persistan. La lucha, el Weichan, es tarea de todos y todas, y aunque no siempre asistamos como mujeres al campo de batalla, nuestra presencia es innegable ya que no existirían razones por las que pelear, ni gente que peleara sin nuestra presencia.
Conmemoremos a Bartolina Sisa, a Janequeo, Wakolda, no como guerreras sino como mujeres originarias poseedoras de un conocimiento que va más allá de la racionalidad occidental.
Es así como debemos preguntarnos ¿porque no se valora el trabajo de nosotras lamngenes?, ¿porque en las noticias, cuando se habla de lo mapuche el hombre siempre es el protagonista?, yo creo que es porque hemos nacido con los anteojos que el extranjero nos heredó para mirarnos como mujeres y para mirar a las mujeres en el caso de nuestros lamngen wentru.
Para el occidental sus mujeres están y han estado históricamente en segundo plano, al igual que las tareas que estás realizan. Siempre fue más importante salir a la calle a trabajar que quedarse en casa a cuidar de la familia, criar a los hijos o hacer la comida. Y es por eso que las mujeres blancas quieren salir de sus casas, para ser consideradas, para sentirse importantes. Mientras en las sociedades originarias eran tareas fundamentales, como no va a ser importante preparar la comida si en la mezcla de ingredientes se haya el conocimiento de las semillas, los sabores, que otras papay pasaron de generación en generación, como no va a ser importante la crianza de un hijo si en ellos hay que depositar el conocimiento antiguo para que nuestros pueblos prevalezcan.
Claramente esto muestra la diferencia entre mujeres, la libertad de algunas se transforma en la esclavitud de otras. En este caso de nosotras, las mapuche. Es así como las primeras mujeres que reflexionaron de estos temas fueron las mujeres negras que se dieron cuenta que la liberación de las mujeres no podía ser para todas igual, porque no todas las mujeres somos iguales.
En Diciembre de 1851 (Sojourner Truth, “conferencia de mujeres en Akron”, Ohio 1851) una mujer de color se preguntaba si acaso ella no era mujer, los hombres blancos decían que a la mujer había que respetarla, ayudarla a pasar las calles, tomarlas del brazo, que las mujeres debieran tener el mejor puesto en todas partes, y por eso esta mujer de color se preguntaba: ¿acaso no soy una mujer?, nunca nadie a ella la ayudo, nunca se le reconoció el trabajo, y los mejores puestos tampoco fueron para ella. ¿Y a caso, no era ella una mujer? Y nosotras mujeres mapuche ¿no somos mujeres también?.
Debemos reencontrarnos con la historia y ver en qué situación nos encontramos. Las mujeres blancas han salido de la casa, aún siguen buscando la equidad y han logrado tener una mujer presidenta. Pero en ¿qué posición nos mantenemos nosotras?, somos las empleadas, las nanas, que permiten la salida de la casa de algunas, claramente salimos al mundo laboral, pero ¿eso nos hace más libres? Cuando a los trabajos que optamos son los más subvalorados. Incluso como profesionales, siempre estamos en desmedro porque no contamos con las redes de contacto que cuentan los wingkas para obtener un buen puesto de trabajo.
Las mujeres mapuche siguen siendo golpeadas en las comunidades aunque se habla de los derechos de las mujeres, hace poco una mujer mapuche con tres meses de embarazo en Ercilla, por manifestarse en contra de los camioneros, fue golpeada, pero nadie habla del derecho a la vida de ese hijo que está en el vientre, en esas cosas se nota la diferencia, queda claro que nuestra lucha no debe ir en el mismo sentido de aquellos y aquellas que nos reprimen, teniéndolo claro desde el principio creo que vamos por el camino correcto.