Murieron luchando, los estudiantes de la Universidad Santo Tomás fueron asesinados mientras en la calle, se movilizaban por su derecho a recibir una educación gratuita y de calidad. Murieron luchando, y con ello se transforman lamentablemente, en los más noveles mártires que presenta esta democracia funcional al capital nacional y transnacional.
Por René Squella / @ReneSquellaSoto
Murieron luchando, los estudiantes de la Universidad Santo Tomás fueron asesinados mientras en la calle, se movilizaban por su derecho a recibir una educación gratuita y de calidad. Murieron luchando, y con ello se transforman lamentablemente, en los más noveles mártires que presenta esta democracia funcional al capital nacional y transnacional.
Exequiel de 18 años, de Quilpué, estaba entrando a la carrera de Psicología. No tengo dudas en que perdimos un compañero que desde su quehacer profesional, se pondría como hoy, del lado de quienes defienden sus derechos o luchan por recuperarlos.
Diego, el compañero estudiante de Prevención de Riesgos, militaba en las Juventudes Comunistas, y como tal, participaba de las movilizaciones y era miembro activo en el interior de la región, en Quillota.
Guiseppe Antonio Briganti Weber, se llama el joven de 22 años que acribilló a los dos estudiantes luego de una gresca con quienes querían manifestar en el muro de su casa, el mensaje que entregaba una nueva y multitudinaria movilización por lo que cíclicamente se movilizan los estudiantes: Educación pública y gratuita de alta calidad, derecho neoliberalizado en Dictadura cívico – militar, y luego profundizando esa misma lógica, administrado por la Concertraición.
Guiseppe, defendiendo el muro de un Topples, y demostrando su desprecio por la vida y su cariño por la propiedad, SU propiedad, refleja de manera grotesca -y matonesca- uno de los tantos especímenes que suele parir éste sistema que basa su éxito en el tener bienes materiales, lujos y riqueza, lo mismo que le gustaba jactarse al joven Guiseppe, tipo que acabó con la vida de 2 estudiantes, y de paso, si tiene algo de conciencia y no es un psicópata, también acabó con la suya.
Punto aparte merece también la acción de Carabineros, testigos cuentan que pasaron más de 15 minutos y mientras los chicos convulsionaban perdiendo el hilo de sus vidas, la policía no fue capaz de actuar con celeridad para poder salvar la vida de ambos chicos. Obviamente los medios masivos no mencionaran esa parte del relato de quienes vivieron la situación, por ello no puedo dejar de mencionarlo.
Finalmente, mención aparte y alimento de la tristeza con la que se escriben estas palabras, es la opinión de mucha gente que a través de redes sociales y comentarios en periódicos digitales, justifican ambos asesinatos dando muestras del facismo que dejó instalada la dictadura y que de cierto modo, es formado por un entramado educativo global que alimenta el individualismo y la competencia.
Diego y Exequiel no murieron solo por gratuidad y calidad, murieron también por transformar de raíz el sistema educativo y sus sentidos, ese mismo que saca a pobres diablos que sintiéndose con un poco de poder con un arma en la mano, termina con la vida de estudiantes, quienes murieron luchando y se convirtieron también en luz.