Por Martín Correa Cabrera*
El día 16 de diciembre del de 2014, en horas de la mañana, integrantes de la familia Michillanca encaminarán sus pasos hacia la localidad de Los Molinos, hacia sus tierras ancestrales, aquellas que les habían usurpado años atrás, en 1974, durante la Dictadura, de las que tenían memoria de una antigua ocupación y llevando a cuestas la convicción de que serían recuperadas.
Si nos remontamos a la Colonia, el territorio mapuche correspondiente a la Costa de la actual Valdivia se encontraba densamente poblado y se extendía entre Mehuín y Niebla, por la costa, y entre el mar y el Río Cruces, integrando también Isla del Rey y Amargos, por el Rio Ainil, y Corral y Chaihuin, hacia el poniente.
Iniciada la República y a medida que el Estado chileno ocupa los antiguos espacios territoriales mapuche, la población mapuche de la costa de Valdivia se va diezmando notablemente, a causa del mestizaje, de las enfermedades y epidemias introducidas -al decir de Rodolfo Phillipi, en 1861, “En veinte años la viruela destruyó casi toda la reducción de Niebla”- y sobre todo por las usurpaciones de tierras y la persecución de los particulares chilenos y colonos alemanes.
Las familias mapuche sobrevivientes de las oleadas invasoras -españoles en un principio, chilenos después y finalmente alemanes- fueron radicadas en los remanentes de la ocupación en el año 1912 a través de Títulos de Merced: los Ñanco, Liencura, Avila y Liencura, en Curiñanco; los Alba en Pilolcura; y los Michillanca, Pichun, Collilef, Huenul, Chicuy y Huechucoi, en Los Molinos.
Específicamente el caserío de Los Molinos, en las cercanías de Niebla, además de constituir una zona de refugio y de frontera con la acción de colonizadores, se fue transformando en lugar de acopio, de tránsito, hacia Valdivia y Corral, como relata doña Sara Michillanca: “Aquí partían los mapuches, y hacia el norte eran puros mapuches, eso se sabía, y entre ellos se vinculaban, hacían trueque, aquí dejaban carbón, chicha, varias cosas, y ahí se trasladaban a Corral o Valdivia.”
Es allí donde es radicada la familia Michillanca, en virtud del Título de Merced N° 2340, otorgado a José del Carmen Pichun, en la hijuela N° 11 de 92,6 hectáreas. He aquí el origen de los derechos territoriales de la familia Michillanca, y con ello la base fundamental de sus demandas territoriales.
De las tierras originales una parte se perdió el trágico domingo 22 de mayo de 1960, cuando el maremoto que azotó la costa valdiviana inundó el espacio en que hoy se emplaza el muelle de Los Molinos: “El maremoto destruyó toda la parte de la ribera, donde estaba la habitación, lo destruyó todo, se salvaron la gente que tenía construcciones en la parte alta, pero acá toda la construcción estaba a nivel del mar, todo se lo llevó el mar”, recuerda don Sofonías Michillanca.
Sin embargo, la gran pérdida territorial se produce cuando acaece otra tragedia, el Golpe Militar de 1973, con el reguero de persecución y muerte de mapuches y chilenos que trajo consigo. Los mapuche de la costa no constituyeron la excepción. Joel, el mayor de los hermanos Michillanca, que en ese entonces trabajaba en un aserradero en la cordillera, es apresado: “Cayó como prisionero político, además de ser torturado, era comunista. Entonces mi padre, José Rosamel Michillanca, el adjudicatario de nuestra tierra, entró en una aflicción muy grande ya que tenía su núcleo familiar desprovisto y la única forma económica que vio mi papá para sobrevivir fue echar mano al terreno. Ahí hizo trato con este señor Gómez que tenía una micro, se hizo el trato que le compraba a mi papá 2 hectáreas y le dio un pie a mi papá, y el resto lo iba pagar en cuotas. Mi papá le dijo que sí”, relata don Sofonías.
A poco andar don José Rosamel Michillanca se encontró con que los términos acordados no serían respetados, que no le serían pagadas las cuotas y que le arrebatarían la totalidad del predio: “…cuando mi papá vino a cobrar la cuota él lo amenazó, como supo que mi hermano estaba prisionero en el Regimiento de Valdivia, como prisionero político, él le dijo ‘si quieres escapar con vida tienes que abandonar acá y dejar las cosas como están’. La amenaza fue bastante fuerte, y esa situación obligó a mi papá a abandonar todo y se fue a Santiago. Ahí Gómez se hizo dueño de toda la tierra”.
En el contexto de dictadura militar en que se realizan estas amenazas no existía posibilidad alguna de reclamar. Para concretar la usurpación, José Luis Gómez -en concomitancia con funcionarios de la Notaría de Valdivia- se hará de un título de dominio sobre las tierras de los Michillanca en virtud de un contrato de compraventa fraudulento, en el que don José Rosamel Michillanca jamás participó, y lo inscribirá en el Conservador de Bienes Raíces de Valdivia a fojas 354 vuelta, bajo el N°487, del Registro de Propiedad del año 1974, en plena dictadura militar.
En dicho contrato se señala que “don José Rosamel Michillanca Almonacid, agricultor, cedula de identidad N°38.039, de Valdivia, […] vende, cede y transfiere a don José Luis Gómez Rivas, quien compra y acepta para sí un predio de catorce hectáreas más o menos, ubicado en el lugar Los Molinos en Niebla.”,
para finalizar con las firmas de las partes “don José Rosamel Michillanca Almonacid, como vendedor, y José Luis Gómez Rivas, como comprador”.
La inscripción señalada es el origen del dominio del predio en cuestión por parte de la familia Gómez, la actual propietaria de las tierras de los Michillanca, a la vez que constituye también la base del entramado fraudulento que concluye con la pérdida de las tierras de la familia Michillanca.
Efectivamente, don José Rosamel Michillanca, quien aparece firmando el contrato, era analfabeto y no sabía firmar, tal como expresamente se señala en su carnet de identidad “no firma”, y haciendo más oscuro aún el panorama, el número verdadero de la Cédula de Identidad de don José Rosamel Michillanca es 504.709-9, y no 38.039 como se señala en el contrato de compraventa.
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La explicación la conocemos de parte de la hija de don José Rosamel, doña Sara Michillanca: “Este señor Gómez tenía un amigo en el Conservador de Bienes Raíces, y ese hombre le hace una documentación falsa, con número de carnet falso y con firma falsa, porque mi papá no firmaba, su carnet lo decía bien claro, utilizaba la huella digital, y este señor le puso la firma y le puso un carnet inventado, y los mismos funcionarios del Conservador de Bienes Raíces se prestaron para este engaño. Mi papá nunca fue a una oficina, nunca hizo contrato, a mi papá le pasaron un poco plata al principio y luego lo echaron, cuando lo amenazaron”.
A mayor abundamiento tenemos que a la fecha del contrato, el mes de mayo de 1974, don José Rosamel Michillanca se encontraba viviendo en Santiago, “sin saber que se le estaba comprando ilegalmente su tierra y sin tener la mínima intención de vender.”
Fue en el año 1992 en que la familia Michillanca conoció el falso contrato, cuando don Sofonías Michillanca acudió con su padre al Conservador de Bienes Raíces de Valdivia, “y nos encontramos que este terreno tenía un nuevo dueño, este tal Gómez, de todo el terreno. Ahí yo le pregunte a mi papá si había ido a Notaria, “…no”, me contestó, ¿fuiste a Conservador? “no”, ¿firmaste documento? no…”, nunca fue a ninguna institución ni firmó nada. El funcionario me dijo “esa propiedad está vendida y está prescrita, ustedes no son dueños”.
En virtud de estos antecedentes es que en la década de 1990 Sofonías Enrique Michillanca Velázquez, el hijo menor de don José Rosamel Michillanca, se asentó en la tierra en cuestión, reivindicando su legítimo derecho de hacer ocupación efectiva de su tierra, lo que le ha significado ser denunciado, demandado en juicio en reiteradas ocasiones, y desalojado por orden de los Tribunales de Valdivia, los que a juicio de la familia Michillanca “no se han tomado la molestia de indagar en el fraudulento documento de compra-venta, siendo desalojado de la tierra en el año 2004”.
Es también en virtud de todo lo anterior que la familia Michillanca decide reingresar al predio de sus antiguos el día 16 de diciembre de 2014, esta vez para quedarse, en la certeza que les da el contar con una multiplicidad de antecedentes orales y documentales que reconocen y validan la propiedad de sus tierras, porque de ella jamás se enajenaron, porque les fueron usurpadas.
* Historiador. Este documento es un resumen del Informe Histórico Territorial “Las Tierras de Los Michillanca. Los Molinos, Costa de Niebla”, presentado a los Tribunales de Valdivia ante el recurso interpuesto en contra de la Familia Michillanca, en Febrero de 2015