En los últimos años, los medios de comunicación masiva han venido instalando diversos artefactos ideológicos y reduccionismos, de manera tal que ante la opinión pública, comiencen a ser comunes conceptos como “atentados terroristas”, “conflicto mapuche”, etc.; eufemismos que intentan significar la dominación del Estado Chileno contra el Pueblo Mapuche. Esta es la misma táctica que se utiliza por ejemplo al hablar de la pobreza como un problema, pues siempre interesadamente se les olvida la unidad contradictoria que le da existencia, ya que existe pobreza porque hay riqueza -mediada por una explotación-. En este contexto, los Mapuches no tienen un conflicto en sí, sino que existe una relación contradictoria: el capital.
¿Cómo aparece entonces, esa relación contradictoria en el denominado “conflicto mapuche”? Al respecto, el amauta José Carlos Mariategui, aparece como lectura obligada para comprender la realidad indígena; este nos señala, que no se trataría de un problema ni moral de humanitarismo, ni de educación (no nos olvidemos que la educación, hasta cierto punto, ha sido una forma de hacer dóciles a los cuerpos, y que favoreció la lucha contra el campesinado que se ilustró en la dicotomía civilización o barbarie), tampoco, señala que se trataría de una problemática de carácter administrativo –jurídico, sino que esencialmente el problema del indio, es la propiedad de la tierra. Hoy sin embargo, este asunto aparece más complejo de abordar, pues no se trata de un tema de la tierra solamente; la dominación capitalista se ha apropiado privadamente de la vida y hasta de sus semillas.
En cada época ha habido un discurso y doctrina dominante, que se validan con el apoyo de saberes históricamente reconocidos, dicho de otra manera, para que se pueda decir algo, tienen que darse las condiciones para ser aceptado y también creíble. Al respecto, el recordado gobernador del Imperio romano, Cornelio Tácito, planteaba que “la marca del esclavo es hablar la lengua de su señor”, frase muy ad hoc a lo que plantearemos, pues diremos que las clases dominantes logran hacerse poseedores de unos a priori, es decir, definiciones que permiten clasificar y ordenar realidades antes que sucedan los acontecimientos. Así, por ejemplo, los españoles para apropiarse de las riquezas de América, adoctrinaron a sus huestes en la idea que los indios no tenían alma, y ello era un a priori que les permitía actuar sin remordimientos y en coherencia con su doctrina . Después la burguesía se valió de la ciencia y del positivismo para luchar contra la
aristocracia criolla, para ello, tuvo que armarse con otros a priori -los científicos-.
En ese contexto, la ciencia ha estado de su lado para reprimir, lo hizo con la Criminología-Psiquiatría, por ejemplo, con Lombroso, que bajo una tipología biológica, un a priori, llegaban a concluir quién era delincuente –nato- y quien no, antes si quiera de la comisión del delito, sólo por tener rasgos físicos. Lo hizo la Antropología, quienes debatían sobre qué definía a una raza superior, concluyendo en alguna época que se trataba del tamaño del cerebro. También la Sociología en su discurso doctrinal introdujo términos como “desviados”, así como en la Psicología aparecen definiciones y categorías tales como las de patologías, disfuncionalidades, trastornos, etc.
Como vemos, las ciencias son un saber histórico que han estado vinculadas al capitalismo, como lo fue la magia a las comunidades primitivas, el mito al esclavismo o la fe al feudalismo. Las ciencias en el capitalismo, son algo más que hacer cosas como faz-técnica, sino que corresponden a la manera de decirnos cómo concebir al mundo y a nosotros en él. En ese sentido, le sacaron a la naturaleza el animismo, el logos, la pensaron como algo determinista causal, nos dividieron de un lado el sujeto y del otro al objeto de conocimiento.
Con el tiempo las ciencias se fueron especializando y aparecieron disciplinas como la Astronomía, que cosificó en objetos de estudio a los astros; la Biología a los seres vivos y luego las Ciencias sociales como la Sociología a las sociedades y las Ciencias Jurídicas asumen como su objeto de estudio al Derecho. En ese sentido, digamos que no es sólo la Ley la que produce el control, pues el escenario aparece más complejo en la práctica. Las ciencias jurídicas se encargan de producir doctrinariamente los a priori y así, armar una trama coherente de significaciones, fundamentos y procedimientos, todos los cuales, le dan sentido y una manera de interpretar y crear a su objeto de estudio: el Derecho. Y este a su vez, no corresponde sólo a normas; son conexiones, relaciones jerárquicas, principios, razonamientos y significados.
Una de los mecanismos doctrinarios que utiliza el Derecho, es usar la técnica de dividir. Se distingue entre áreas temáticas, así surge el Derecho Privado y el Derecho Público, cada uno organiza ámbitos de relaciones, sean entre privados o con el Estado. El Derecho privado, digamos el civil, es el que establece cómo se van a dar las relaciones desde la post independencia, en especial las definiciones. Ello, en términos claros, sería un “rayado de cancha”, lo que implica un sutil, pero no menos nivel de violencia contra el Pueblo Mapuche. Este no se visualiza a simple vista, pero es un “cáncer genocida”, por usar la metáfora de las células malignas, que poco a poco destruyen las bases del ser.
En primer lugar, el Derecho privado destruyó a la Pachamama y la puso en el lugar de las cosas, muebles o inmuebles; dejó a las personas individuales, únicas capacitadas para tener derechos, lo que denomina derechos subjetivos, es decir, pretende instalar la manera de relacionar a ciertas personas con la propiedad y no a los pueblos: base, pilar y objetivo de esta cara –civil-. En ese contexto, aparece dando seguridad, a través del Código Civil, que formalmente es una ley creada en el siglo XIX. En esta lógica aparecen las personas jurídicas, con los mismos atributos de la personalidad, lo único distinto es el estado civil. Esta regulación dice que el hombre en el contexto familiar, va a ser quien tendrá el control de los bienes, pensado por cierto, para sustentar el omnipotente poder del terrateniente. En tanto, la mujer como la indígena, pierden los derechos que tenía en las antiguas comunidades, la filiación o el apellido de la madre,
la descendencia deja de tener un carácter matrilineal. Mientras que la propiedad de la tierra se obtendrá a través de un título de dominio inscrito en un conservador de bienes raíces.
Las ciencias jurídicas-penales y el Derecho Penal aparecen entonces, como la primera línea de fuego del Estado; a través de estos mecanismos coercitivos, se desarrollan los lineamientos para definir y validar la fuerza del Estado y hacerla legítima en cuanto a definir qué es delito, una teoría de la pena y del castigo. Esta es una estrategia no sólo de control social que el Estado capitalista ha usado contra su enemigo de clase, sino que gracias a ella, instala el proyecto burgués y favorece su consolidación.
Así, en sus inicios, el Estado se ocupó de la acumulación originaria del capital y en esa lógica, la pena cumpliría ese objetivo, pues había que transformar al campesino en obrero, entonces no sólo se encarga de castigar a los que se apartan de los intereses, sino que además, contribuye a la formación de unas relaciones sociales y un relato coherente. Vale decir, una doctrina que sustente su accionar y consecuentemente, lo legitime en su lógica más liberal de disciplinamiento. Debía darle una argumentación creíble a la dinámica de las relaciones sociales burguesas, justificar incluso al propio Estado; para ello surge la doctrina del contrato social. Ésta básicamente, consiste en un contrato que los hombres hacen en un contexto de estado de naturaleza, de libertad, para entregar al Estado algunos derechos y así garantizar la seguridad y libertad, por ello la ley aparece como un valor y principio, en tanto, el único que puede crearla es
el soberano nacional, pues no se puede correr el riesgo, que otros poderes como el judicial o los resabios feudalitas, logren articular poder. De ahí se apoyan las ciencias penales, pues el delito, sería el ejercicio de una libertad ejercida, pero renunciado al contrato social, por esa razón la violación de la norma era un atentado político.
La pena de la cárcel se encuentra justificada en esta etapa, cuando la libertad y especialmente el tiempo, adquiere valor económico, pues para el esclavo no tendría sentido la privación de libertad como castigo. Además, si la fuerza de trabajo es medida en tiempo, cualquier delito podía cuantificársele en esta lógica, de ahí la privación de libertad y la cárcel como su institución, adquiere sentido cuando hay un sujeto libre de ir al mercado a vender su fuerza de trabajo. Así entonces, surgen las casas de disciplinamiento para el trabajo – y las actuales cárceles-.
Ya con la Revolución industrial del siglo XIX y sus crisis, se requeriría de un saber como el científico, que le diera justamente, cientificidad a la permanencia de la miseria, la cual debe aparecer como un hecho social aceptado, en una época donde surgen los discursos penales y criminológicos que reconocen la diversidad natural. Esto es fundamental, pues hace la distinción entre la clase trabajadora de unos peligrosos enfermos a los que hay que reducir, para ello se castiga aplicando por ejemplo, la lobotomía o corte de una parte del cerebro, o bien la resocialización o rehabilitación, con el apoyo de unos a priori que dirían quién es delincuente, por ser loco, anormal o desviado, pues no se ajustaban a los estándares impuestos por la norma consensuada por el poder establecido.
Adentrándonos en las décadas del 50 y 60 del siglo XX, donde se produce el avance peligroso de los movimientos de liberación nacional liderados por los movimientos revolucionarios e inspirados por la Revolución Cubana, el imperialismo estadounidense plantea la doctrina de seguridad nacional y su estrategia de contención popular denominada Alianza para el Progreso, de la cual se vale, no sólo para reprimir, sino para intensificar la acumulación del capital, lo que no podía hacerse con la opinión de los pueblos. Es así como en Chile, luego de la desarticulación del campo popular, propiciado por el golpe de Estado, en el año 1974 se le entrega la dirección de CONAF – Corporación Nacional Forestal-, al yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou, -el mismo que hoy financia la política oficial a través de SQM y sus filiales- (1) , desde donde se comienzan a expropiar tierras, creando el DL 701, que en la práctica aparece como guerra encubierta de
acumulación de capital y despojo violento de tierras del Pueblo Mapuche y a la vez, de destrucción y sistemática tortura contra la Pachamama. Ello, de paso, financiando a grandes consorcios forestales encabezados por empresarios como la familia Matte y Angelini, que en un acotado margen de tiempo, logran un inusitado enriquecimiento, expropiación de tierras ancestrales, desalojo de comunidades, etc.
Ya en la década del 80, se produce un cambio de doctrina del imperialismo estadounidense para esta región, se comienza a desprender de las dictaduras militares, pues necesita implementar una nueva cara. Así surge la doctrina de seguridad democrática, que hoy está en marcha. Ésta que ya no tenía por función proteger de los intereses externos (de la URSS, o del marxismo internacional)”, sino de los propios “nacionales”, de los despojados en época de la dictadura, debe tener credibilidad y poder de convencimiento; qué mejor, “que proteger la democracia.” La aplicación de las leyes de seguridad interior del Estado, antiterrorista y control de armas, contra el Pueblo Mapuche, representa el mensaje que se debe reproducir y adoctrinar. A este enemigo de la democracia que no puede dialogar con sus brazos “acogedores”, se le debe reprimir en su defensa anticipadamente, ya que está estereotipado con la colaboración científica del a
priori -y apoyada desde esta doctrina de la seguridad democrática-. Todo ello mientras en el Congreso Nacional se vota actualmente, la prórroga del DL 701 (2) para convertirla en una Ley que les garantice a los grandes monopolios forestales, la acumulación de capital como política forestal.
En ese mismo sentido, en los últimos años se han venido instalando desde el discurso oficial, algunos artefactos ideológicos o constructos discursivos, haciéndolos aparecer como conquista social, los que hemos conocido como plurinacionalismo, multiculturalismo y algunas denominaciones similares. En ese contexto, considerando las doctrinas y estrategias de control social destinadas hacia el Pueblo Mapuche, nos cabe la interrogante: ¿No será una estrategia de contención surgida desde la doctrina de la seguridad democrática? Antecedentes históricos al respecto existen. Podemos citar lo ocurrido con el movimiento obrero, que a principio del siglo XX, venía avanzando en sus luchas y conciencia de clase, se las encapsuló en un supuesto triunfo denominado ley del trabajo, apoyado por unas ciencias jurídicas laborales que crearon el cambio de las bases: la clase trabajadora como sujeto revolucionario colectivo fue reducida al individuo contrayente,
del burgués al empleador y de la calle al Tribunal.
En este actual escenario, donde el adoctrinamiento comunicacional nos muestra un Pueblo Mapuche dividido entre «pacifistas civilizados» que dialogan con la institucionalidad y otros «violentistas y terroristas» que se niegan a hacerlo, nos cabe preguntarnos ¿qué significa el avance de discursos legales y constitucionales hacia el estado plurinacional?
En primer lugar, hacen la distinción entre Mapuches dóciles, microempresarios y uno “violentista” y pretenden reconstruir la tradición que se requiere para afirmar la nacionalidad, desde una base científica de nación (sea jurídica o antropológica), en tal sentido, deja de ser un tema político, menos económico y pasa a ser una problemática cultural.
En segundo lugar, nacionalismo es un término que sirvió a las burguesías criollas para lidiar contra poderes locales, para favorecer ganancias productivas en un territorio delimitado, y bajo el alero de un Estado con tales características, pero que hoy han dejado de considerar, pues ni la producción de la plusvalía se da en esos márgenes. Hoy se ha intensificado la apropiación privada llegando a la vida (plus ecosocial). (3)
Bajo esa lógica, ¿la liberación de la PACHAMAMA del capital tiene de frontera sólo hasta el Bio Bio?
A nuestro entender, lo plurinacional es un término que reduce la alianza que debe tener el movimiento por la LIBERACIÓN DE LA PACHAMAMA de las garras del capital, el mismo que debe superar su apropiación privada, la plusvalía y el plus ecosocial; en definitiva la relación social capital.
“Si nosotros observamos que están matando a nuestros hermanos, a los ríos, las montañas, con mayor razón vamos a defenderlos. Esto atenta contra el propio ser mapuche. Sin cerros, sin agua, sin territorio, no somos nada. De la radicalidad del capital proviene nuestra lucha revolucionaria. Es el camino único para nuestra sobrevivencia como pueblo mapuche en la historia de la humanidad.” Héctor Llaitul
NOTAS
(1) http://www.theclinic.cl/2015/03/24/todos-los-hombres-de-ponce-lerou/
(2) https://www.facebook.com/notes/bosques-sin-forestales/seguimiento-legislativo-del-proyecto-de-ley-dl701-de-fomento-forestal-a%C3%B1o-2010-a/562713350535200
(3) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59947
https://formacionmpt.wordpress.com/2009/11/26/debate-marxista-relacion-sociedad-naturaleza/