Los increíbles daños que han sufrido los vecinos que viven junto a Boyeco
Pesadilla. Comunidades esperan cierre del vertedero, tras años de soportar la estigmatización, malos olores, moscas, ratones y la muerte de sus animales por jaurías de perros.
Hugo Soto
Reportaje Diario Austral de Temuco
Con escepticismo han seguido los vecinos de Boyeco los dimes y diretes en torno al vertedero, tras años de intentar convencer a alguna autoridad de la necesidad de su cierre y de la justicia de mitigaciones ante los daños causados, principalmente en las siembras.
La publicación en El Austral de la otra cara del vertedero, aquella relacionada con los recolectores informales que extraen la basura reciclable, puso en el tapete una larga serie de problemas que giran en torno al vertedero. Desde sus campos, las comunidades miran con resignación la instalación de lo que denominan la «miniciudad» de los recicladores, a quienes también asignan responsabilidad en su mal pasar.
A 18 meses del anunciado cierre, y cuando el Consejo Regional y el Concejo Municipal instalan a Boyeco en la parte alta de las tablas de sus sesiones, los vecinos de las comunidades mapuche que rodean al gigantesco acopio de basura creen que el daño ya está hecho.
Angel Flores, vicepresidente del Consejo de Salud Cesda Monseñor Sergio Valech de Boyeco, fue presidente hasta hace poco de la comunidad Andrés Huenchún, una de las que forman parte del anillo que rodea al vertedero. Desde esta doble posición, es una de las voces autorizadas para desnudar la triste realidad que el basural ha dejado tras de sí.
«Yo llegué hace 11 años a Boyeco, cuando el problema ya estaba instalado y puedo asegurar que ha traído severos cambios en la vida de los vecinos», asegura el dirigente, quien agrega que «aquellas personas que se dedicaban a la agricultura debieron dejar esa labor y muchos se metieron en el vertedero, lo que si bien les puede reportar dinero, también acarrea problemas para ellos y para el sector».
Según la apreciación de Flores, una parte de los vecinos de Boyeco se vieron empujados a entrar a «trabajar» al vertedero para subsistir.
«Hubo gente que vio dañados sus campitos, pero además estamos estigmatizados, pues hay sectores donde todavía se pueden sembrar hortalizas, pero para la gente de Temuco cualquier cosa que se produzca en terrenos de Boyeco está contaminado, tiene veneno», apunta Ángel Flores.
La vivienda del dirigente se ubica a 400 metros del vertedero, lo que significa que los «vectores», moscas, ratones, perros vagos, son pasajeros frecuentes.
«Voy a contar una anécdota -si es que puede llamarse así- y que ocurrió hace unos años», señala Flores. «Mi señora tuvo un día la mala ocurrencia de preparar un pescado frito en la cocina de la casa, y bastaron 10 minutos para que la casa se plagara de moscas, eran miles, tapizaron de negro la mesa … Entonces eso va marcando la vida. Hacer un asado acá es imposible».
Respecto de los recicladores informales, Ángel Flores señala que «es una miniciudad, allí vive gente, corre droga, hay alcoholismo, las peleas allí son casi a diario, y creo que quienes vivimos aquí nos salvamos de que nos asalten porque allá arriba generan su dinero».
La presidenta de la Comunidad Ramón Reyes, Silvia Lagos Epul, asegura que están cansados los vecinos del tema del vertedero.
«Siempre aparecen por aquí algunas personas para pedir información, vienen con sus equipos a hacer análisis del agua, pero al final ni siquiera sabemos los resultados de esos estudios», señala la dirigenta.
De acuerdo con lo señalado por Silvia Lagos, la casi totalidad de los vecinos de la zona ocupan pozos para el agua. Dado que desconocen si esta agua está contaminada, deben hervirla para beberla.
«Hay algunos vecinos que reciben agua que le traen en camiones, pero esa tampoco es una solución porque al mantenerse por dos o tres días, termina volviéndose verde», señala la dirigente.
La residencia en Boyeco de Silvia Lagos data de 1978, convirtiéndose en testigo de excepción de los cambios que el vertedero trajo para la zona.
«Hubo tremendos cambios, pero la gente igual quiso continuar con sus huertas, porque es la manera en que siempre hemos vivido, sembrando y luego vendiendo. Yo misma vendo hortalizas y debo decirle a la gente que vienen del camino a Cholchol, no les digo que son de Boyeco, o si no nadie me compraría», asegura Silvia Lagos.
«Lo que más deseamos es que este vertedero se cierre para que nos deje vivir y trabajar tranquilos», asegura Silvia Lagos. «Por todos los daños que hemos sufrido creemos que merecemos una compensación. Pero queremos seguir viviendo aquí, esta es la tierra que nuestros padres nos legaron».
El vecino Modesto Millapi Huentul (72), fue testigo de cómo le instalaron un vertedero a 100 metros de su casa.
«Aquí se daba de todo, rabanitos, lechugas, zanahorias», rememora Millapi, quien agrega que «después de un par de años de instalado el vertedero nos dimos cuenta que ya no se podía sembrar, los nylon del basural volaban hasta los campos, luego el estero que pasa por aquí comenzó a cambiar de color».
Modesto Millapi asegura que otro problema sin solución son las peligrosas jaurías de perros vagos que salen del vertedero hacia los campos. Dos terneros han terminado devorados por los agresivos animales.
Al igual que sus vecinos, cree que una compensación por los daños es justa, pero la ve lejana. Y el mismo pesimismo muestra al tocar el tema del cierre anunciado.
«¿Servirá? esto va a seguir contaminado, el daño está hecho», sentencia, mirando la nube de jotes que escarba entre la basura del vertedero.
Hoy, el Gobierno Regional está recabando información a la Unidad Técnica del municipio temuquense respecto del plan de cierre. La Comisión de Medio Ambiente del Core está atenta a la serie de problemas que el vertedero ha traído a los vecinos, considerando justa su molestia. (Ver recuadro).